martes, 29 de septiembre de 2009

Horas finales





Es media mañana cuando despertamos con el recuerdo fresco de la fiesta y las emociones de la noche anterior. Nos regalamos un día tranquilo que termina, con toda la familia y los amigos, en un restaurante del pueblo; allí confirmamos que sólo sentimos agradecimiento. Hemos sido los huéspedes mejor atendidos que hallarse pueda, tanto por Marines y Alejandro, como por Eva y su familia quienes se han excedido en su esfuerzo por hacernos felices. Tenemos el corazón rebosante de gracias por todo lo vivido y por la forma excelente en que nos han regalado esa vivencia. A las 4 de la madrugada emprendemos regreso a Atenas.
Rayi va enferma, le ha estallado una fuerte gripe y anda con los ánimos por el suelo. Al llegar a Atenas, buscamos el autobús que nos lleva hasta plaza Sintagma y de allí caminamos sin prisa hasta el Hotel. A pesar de los planes, nos vence el cansancio y la gripe de Rayi. Hemos pasado una buena parte del día viendo televisión y echados sin ánimos de nada en la habitación del hotel, apenas salimos a comer algo en las calles abarrotadas de turistas del barrio Plaka.
Esta aventura extraordinaria ha culminado. Muy temprano estaremos regresando a Caracas; poco nos queda por almacenar en la memoria, pero sabemos que lo guardado hasta ahora lo volveremos a vivir en la felicidad de cada fotografía, cada conversación y cada espacio abierto para las horas en que recordaremos que hubo unos días de Agosto en los que poco nos importó otra vida, que no fuera la que ocupábamos en descubrir un nuevo mundo. Juntos, como desde hace toda la vida.

A una fiesta hemos venido









Pero también a una manera de acercarnos a un pueblo de alegría desbordante y amabilidad sin par. Somos los forasteros que buscan la ventanilla más cómoda para asomarse por primera y tal vez última oportunidad, a un mundo que nos tiene extasiados.
Servida en un inmenso jardín, la fiesta comienza por una cena abundante y sin pretensiones en la que abunda la comida más tradicional, pero más sencilla, de la familia griega: cordero asado, pollo a la parrilla, frescas ensaladas, champiñones y papas rostizadas y en todo, el inconfundible aroma de especies con indudable prosapia mediterránea.
Mientras comemos, los primeros acordes comienzan a reclamar la presencia de invitados en la pista de baile; lentamente todo se va llenando de improvisados grupos de hombres y mujeres que conocen todas las cadencias y a ellos se unen algunos de los que se atreven a llamar un poco más la atención.
Entonces, la noche gira alrededor de los bailes. Evatia y Marines hacen un baile en solitario, los parientes entrelazan sus manos con invitados venidos de varias partes del mundo y después de varias horas en las que los licores han fluido sin parar, un buen toque de salsa pone calor a la noche.
Llegan los postres, riquísimos, y en el medio de la pista, una copa solitaria recibe a la cuñada de Eva en un baile con profundo significado: todo está llegando a su fin y así como de la tierra hemos venido, a ella debemos regresar. Eva y Alejandro se acercan y con sus palmas y la de muchos más, marcan el ritmo a la solitaria bailarina.
En nuestras mesas comienza el lento desfilar de despedidas, arreglos para la partida, certezas de haber vivido una noche inolvidable. Son las tres de la madrugada y estamos regresando a la posada. Nos quedan tres días mas, antes de volver a casa.

Un rito desconocido









A ver: pasa uno toda la vida asistiendo a bodas, se sabe uno de memoria el ritual, es casi capaz de contestar cada una de las elaboradas preguntas e intervenciones de todos los que participan en una ceremonia de ese tipo y de pronto, se viene uno para Grecia a participar de una boda más y resulta que ahora si es verdad, que se queda uno sin parámetros. Esta cosa es completamente distinta a todo lo que uno supone es un rito de matrimonio, y la verdad es que tiene mucho de interesante; pero también mucho de incomprensible pues entre otras cosas, los novios jamás se dijeron el uno al otro ni que se amaban, ni que se respetarían, ni que estarían juntos hasta que la muerte los separe. En esta ceremonia el único que habló fue el Pope, a quien algunas veces le contestaba las oraciones el mismo sacerdote “auxiliar”, solitario cantor, que abrió la ceremonia. El resto del tiempo lo disfrutó el celebrante haciendo alegorías sobre las bodas de Canaan, según lo poco que pudimos entender, y tratando de aprender a pronunciar correctamente el nombre del novio. Hubo, eso si, intercambio de coronas entre los novios, ayudados por los padrinos y tres vueltas alrededor del altar para finiquitar el asunto. A pesar de la sensación de rareza, sentimos que estamos viviendo una ocasión irrepetible y nuestros corazones se alborotan de contento.
Concluida la ceremonia salimos al patio de la iglesia para fotos, abrazos, cigarrillos, recuerdos y todo lo habitual. Los tíos, Rayi y yo tratamos de averiguar la mejor forma de llegar a la fiesta y hemos conseguido un buen guía. Nos vamos de rumba.

¿Y el novio?







Un abrazo largo, profundo, íntimo - el abrazo de dos que se aman - puso fin al desfile engalanado por las calles del pueblo justo a las puertas de la iglesia de Velvedos. Un abrazo lleno de aplausos y risas que marcaba, por fin, el encuentro entre Alejandro y Eva, pocos minutos antes de comenzar la ceremonia.
Llegados a la iglesia supimos que la tradición manda que la novia haga un largo recorrido por los alrededores de la iglesia y entre por la puerta trasera. Un rato antes, el novio ha entrado por la puerta principal y en el porche de la iglesia, acompañado por sus mejores amigos, espera pacientemente la llegada alborozada de la novia y sus acompañantes, que en este caso, son la mayoría de los invitados a la boda. Producido el feliz encuentro, y ante la alegría que se expresa fuera de todo convencionalismo social, el Pope (sacerdote de la religión ortodoxa griega) sale hasta el atrio de la iglesia para acompañar a los novios en su camino al altar.
Hermosos cánticos entonados por un sacerdote solitario avisan que la boda está a punto de comenzar. Desde nuestro sitio contemplamos la emoción de nuestros amigos. El viaje hasta acá, ha valido la pena.

martes, 15 de septiembre de 2009

Ahi viene la novia

















¡Dios mío…cuanta belleza!
Para la mayoría de nosotros es un ritual inédito, debe ser por eso que nos sorprendemos hasta las lágrimas. El pequeño pueblo de Velvedos se está preparando para despedir con alegría la soltería de una de las suyas; nosotros nos estamos preparando para vivir una experiencia que probablemente no se repita jamás.
A las puertas de la casa de la novia, al son de música tradicional interpretada por una banda local, somos recibidos con dulces que se deshacen en la boca y pañuelos blancos que se anudan en los cuellos de los hombres. En breve saldremos con Eva para la iglesia.
De repente, una gran algarabía nos hace voltear la mirada: en lo alto de una escalera, como una visión de cielo, Eva aparece radiante, vestida con un precioso traje en tonos dorados y blancos, tocada su cabellera roja por un discreto arreglo de plumas y en estado de éxtasis total, Eva es, esta tarde, una de las novias más bellas que han visto mis ojos.
Tras de si, su madre, un personaje de ficción hecho persona exultante, que quiere llevarnos con ella para siempre, mostrando el mejor lado de este gentilicio insuperable.
Empieza la procesión que toma un poco más de una hora. La novia baila sin parar mientras recorre las calles de su infancia, los vecinos salen a los balcones para ofrecerle bendiciones, las amigas de la madre llevan bandejas con almendras, arroz y hojas de hierbabuena que empiezan a repartir entre las mujeres y todos, sin excepción, bailamos el camino hasta la iglesia.
No puedo más que pensar que un matrimonio que empieza bajo los augurios de tal felicidad, está destinado a durar toda la vida. Así sea.

Prólogo para una fiesta





En la posada hemos amanecido de boda. Esta tarde a las 6, seremos testigos de la unión por el rito griego ortodoxo de Alejandrito y Eva, una ocasión que a pesar de las distancias, no pierde nada de sabor venezolano, al menos en sus preparativos.
Es imposible alejarse del jolgorio previo aunque quisiéramos. Las voces hoy, son un poco más altas y tienen mucho de urgencia. Citas en peluquerías que se abortan al último minuto, rutinas protocolares que nadie ensaya porque nadie conoce, planchas que bajan y suben apresuradas para ponernos a punto, carreras preparatorias inevitables y un íntimo deseo fervoroso de que todo salga a pedir de boca. Como seguramente será.
A pesar de todo, encontramos tiempo para reír sin parar, debe ser que la felicidad de este día empieza a contagiársenos a todos; los chistes de Alejandro padre son cada vez más agudos, y la cara atribulada de Marines es bastante adecuada a las circunstancias.
Algunos nos hemos escapado a las calles del pueblo para constatar con asombro que la boda es el tema del día. En cada lugar que paramos, la gente comenta que somos “los extranjeros” que han venido desde lejos para participar de la fiesta, nosotros sonreímos divertidos sintiéndonos más bienvenidos que nunca.
Llega la hora. Todos a ducharse, a vestirse, a prepararse para lucir lo mejor de cada quien. El novio ha llegado a vestirse en casa y nos anuncia que debemos estar en casa de la novia a las 4 de la tarde para acompañarla en su traslado a la iglesia, aún no imaginamos la feliz sorpresa que nos espera.
Hay fotos a la salida, hay caras de profunda emoción y ganas de fiesta. Hay sensación de tribu y cariño, vamos a casar a uno de los nuestros.

Llegaron los tios

Estaba equivocado, los tíos llegan dentro de un rato. Nos acabamos de enterar que andan perdidos en el camino y hay que esperarlos; ellos, tanto como nosotros, no tienen la menor idea de donde queda este pueblo, con la desventaja de venir manejando desde Atenas o algún lugar cercano, hace más de 7 horas. Me niego a irme a dormir hasta no estar seguros de tenerlos instalados en una habitación cercana.
Tiri y Fred son los tíos díscolos de Rayita. Tiri, hermana de la Gorda, heredó el buen humor y el buen amor de La Nona y desde toda la vida me ha fascinado estar cerca de ella. Lamento verla mucho menos de lo que me gustaría, y además ando curiosísimo por tener, finalmente, la oportunidad de intercambiar algo más que saludos con Fred, el marido franchute con quien comparte vida en París.
La llamada de la cercanía sucede cerca de la medianoche. Salimos caminando hasta un cruce de caminos para encontrarlos. Estoy contento, pero Rayita esta trepando por las paredes. Es increíble como se le ilumina la vida con este encuentro.
Han llegado, hay gritos y algarabía, hay emoción (una más) y hay ganas de conversar indefinidamente…

Cambio de ritmo





Hemos tenido un día lento, demasiado apacible, sin muchas cosas que hacer, paseando en calma por las calles que ya conocemos y dejando pasar las horas, siempre en la rica compañía de nuestros anfitriones; a veces jugueteando con Uma, la nieta que nos tiene embobados a todos y en franco estado de relajado asueto. La verdad es que me parece magnífico que haya bajado un poco el frenesí, estamos aquí descansando y visitando amigos, eso realmente cambia las prioridades. Ahora importa más la conversación, siempre afiladamente divertida en el caso de Alejandro, y el rato que compartimos sentados en cualquier sitio.
Sin darnos mucha cuenta, las horas del primer día empiezan a agotarse a las puertas de una heladería muy buena, por cierto, donde comemos dulces y helados. Yanis, el joven y amable encargado del negocio, nos atiende con toda amabilidad, conversa con nosotros, nos ayuda en la selección de lo que comemos, arrima sillas, en fin, hace que este rato sea verdaderamente simpático. Nos hemos puesto al día con cuanto chisme quedó pendiente en Mérida, bajamos a pie hasta la posada y nos vamos a dormir…mañana llegan los tíos.

VELVEDOS, un pedazo de la Grecia profunda







Casi a las 10 ha llegado la persona responsable de la posada y nos ha asignado una habitación, pero el sueño se ha despejado ya, gracias a la ansiedad adquirida en estos días de trotamundos, de salir a conocer cada nuevo destino. Desayunamos y tenemos la grata ocasión de encontrarnos con Alejandro, Marines y su familia, ahora aumentada con la llegada de la preciosa UMA; todos recién levantados después de una fiesta magnífica que nos perdimos. El encuentro con ellos es familiarmente hermoso, desde siempre lo ha sido, por eso estamos aquí. Improvisamos una gran mesa en el porche de la posada, donde instalamos la gran tertulia de la mañana y en cambote salimos a recorrer el pueblo.
Velvedos es un pedazo de la Grecia profunda, un destino al que nunca habría llegado de no haber sido por Alejandrito y su invento de casarse con Eva en este lugar. Velvedos, un sitio apacible, fresco, pequeño y enredado; todos los caminos, en Velvedos, no conducen a Roma. Tomamos un te en la plaza del pueblo, recorremos algunas calles, nos desorientamos un poco, volvemos a encontrar el camino y nos vamos a hacer un almuerzo tardío en una estupenda terraza a donde nos ha llevado Eva, la novia del momento…una belleza pelirroja de muchos quilates…

Madrugonazo

Levantarse a las 3 de la madrugada para tomar un avión es una de las cosas imposibles que uno hace cuando está viajando. Compramos este boleto hace un par de meses, pero fue esta noche que nos dimos cuenta, realmente, de la hora de salida del vuelo: 5 y media de la mañana, con destino a Kosani, una ciudad cercana al pueblo de Velvedos, donde acudiremos a la boda de Alejandro Padrón, hijo.
Aún estoy dormido cuando llegamos al aeropuerto, chequeamos nuestros boletos y nos refugiamos un rato en la sala de espera para esperar la salida del vuelo. Finalmente llaman y embarcamos en este vuelo de casi una hora de duración, en el que no podremos reponer fuerzas.
A las 6 y media de la mañana aterrizamos en Kosani; es decir, en el medio mismo de la nada. Un aeropuerto más pequeño que el antiguo aeropuerto de Mérida nos da una inusual bienvenida: no nos permiten alejarnos del avión hasta que el grupo de pasajeros que se baja aquí esté completo, seis personas. Finalmente caminamos hasta el interior del aeropuerto, pero nos detienen en el camino para entregarnos nuestro equipaje, que por suerte es bastante escaso.
Salimos, encontramos un único taxi que nos lleva a Velvedos por una carretera impregnada de olor a melocotones, que crecen por todos los rincones imaginables. Es demasiado temprano cuando llegamos a la posada que los Padrón han reservado para nosotros, nadie está despierto. Justo cuando nos resignamos a esperar el día tumbados en el porche de la casa, Martha, hermana de Marines Padrón sale a recibirnos y al menos puede ofrecernos un sofá para descansar un rato, mientras llega el desayuno.
La última escala del viaje está servida.

lunes, 14 de septiembre de 2009

HYDRA, la isla...¡al fin!
















Desde El Pireo, tomamos una lancha rápida hasta HYDRA, una isla que está a un par de horas de distancia. El viaje, aunque un poco molesto, transcurre sin nada que lamentar. Llegamos a Hydra para extasiarnos una vez más, gracias al encanto de una isla absolutamente paradisiaca con la que soñábamos desde el primer día.
Pequeñita, enclavada en una roca llena de acantilados y casitas pintadas de blanco, Hydra es la verdadera isla griega que todos anhelamos conocer. Desde el atracadero ya sabemos que hemos llegado al sitio que buscábamos; con prisa de recién llegados nos vamos a una amplia terraza a orilla del mar, donde almorzamos bien atendidos por un mesero que alguna vez tuvo una novia maracucha. Después de comer, salimos en búsqueda de una playa, que en el caso de esta isla, tiene que ser más bien un acantilado pues aquí si que no hay ni un centímetro de arena.
Caminamos un rato hasta que divisamos un tranquilo recodo de mar, con una terraza de concreto en la que echarnos al sol. Pocos visitantes comparten el espacio, vamos hacia allá sin demora y pasamos un par de fantásticas horas nadando en el profundo mar y tomando un poco de sol.
Terminado el tiempo de baños, emprendemos camino al descubrimiento de HYDRA: La sorpresa es mayúscula, estamos en un lugar inolvidable en el que la gente transita las distancias largas a lomo de burro, pues el trafico automotor está prohibido. Callecitas empedradas, elegantes tiendecitas, galerías de arte, teatros y un autentico aire de sofisticación nos deleitan. El atardecer nos sorprende frente al mar y la conversación ayuda a la perfección del momento; lamentablemente muy pronto llega la hora de regresar a Atenas y poner fin a nuestra estadía. Mañana en la madrugada nos vamos de boda.

KALAMAKI, una playa como debe ser





El plan de hoy, es el que hay que hacer después de las emocionantes visitas a todo lo que Atenas tiene de valioso y se puede conocer en tres días. Lo que toca ahora es disfrutar de playa y sol, sobretodo porque los días de verano son calidos, soleados y de un azul impresionante. Desperdiciar una sola hora de mar y sol es simplemente una tontería. Vamos a pasar la mañana en Kalamaki, la playita que descubrimos ayer en el paseo en tranvía y luego tomaremos una lancha rápida hasta Hydra, otra de las islas cycladicas.
Ya nos conocemos el camino. Compramos un ticket con valor de 1.50 euros que sirve para todo el recorrido después de ser validado (si no se valida, la multa es de 60 euros, mejor no arriesgarse).
Kalamaki resulta ser una playita digna de nuestras horas mañaneras. Aunque no tenga orilla de arena, es una playa lo más parecida a lo que uno espera de una buena playa. Es cierto que el agua es helada, pero eso parece una constante mediterránea. Así como la quietud del mar y la tranquilidad de gente en absoluto descanso, sin escándalos, sin patillas, sin música, sin estruendo. Un día en la playa, para hacer lo único que se debe hacer en la playa: echarse a disfrutar del sol y nadar por ratos en las tranquilas aguas Atenienses. Pasamos un rato muy sabroso en Kalamaki y de ahí, salimos pitando a seguir gozando del mar: Esta vez en HYDRA.