sábado, 1 de diciembre de 2012

El Centro neurálgico del poder

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Colombianos las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad.
Francisco de Paula Santander
 
Caminar los alrededores de la Plaza de Bolívar o mejor dicho, caminar por las calles que forman el Centro de Bogotá, en realidad es contemplar  edificios, palacios y antiquísimas construcciones que rebosan tanta historia, como en cualquier país del mundo, cualquier palacio que haya conocido de poderosos y poderes. Lo que sucede, o al menos lo que me sucedió a mí, es que parte de esa historia es tan terriblemente dolorosa, tan  reciente y tan extraordinariamente aleccionadora, que uno no puede más que preguntarse ¿cómo se puede volver a vivir bien, después de tanto dolor?
El Capitolio Nacional, la Catedral Primada de Colombia, la Casa del Cabildo Eclesiástico, la Capilla del Sagrario y el Palacio Arzobispal, el Palacio Liévano, sede de la Alcaldía Mayor de Bogotá y el Palacio de Justicia, rodean la Plaza de Bolívar. Detrás del Palacio de Justicia, y medio escondido, se encuentra el Palacio de Nariño (sede de la Presidencia de la Republica) y un poco más allá el Teatro Colón, la sede de la Cancillería y El Banco de la República.
Pues bien, la historia republicana de Colombia, escrita en cada uno de estos edificios, está también, en estos mismos edificios, manchada por el horror de la violencia, ensañada contra la ciudad hasta hace no mucho tiempo. Basta con recordar el incendio que acabó con el Palacio de Justicia, después del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, o el más reciente y oprobioso ataque que el M-19 perpetró contra el mismo edificio el 6 de Noviembre de 1985, en donde murieron 98 personas. Algunos terremotos, algunas revueltas menores y enfrentamientos que han amenazado la casa de Nariño y la convivencia pacífica de los colombianos, están desgraciadamente escritos en la historia de esa hermosa cuadra. Por eso es difícil que uno no deje de  impresionarse con como se ha restituido la belleza, la que va mas allá de la arquitectura, la de una gente que se dirige a uno con amabilidad y decencia. La de las sonrisas. La de una gente que está dispuesta a muchas cosas para vivir realmente en paz y parece estar lográndolo.
 
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