domingo, 20 de octubre de 2013

Santa Rosaura de todas las necesidades

Ya me estoy acostumbrando a dejar en este blog, pedazos de corazón alivianado por las bondades numerosas que me consigo cada vez que pongo pies y mente fuera de mi casa. Amigos que se va uno haciendo por eso caminos de Dios y amigos que la vida se empeña en mantener cerca, porque vinieron a la vida de uno a hacérsela más grata. Es el caso de Rosaura (y Judith, mi negra adorada) dos de las personas más generosas, respetuosas y divertidas que yo he conseguido en este largo peregrinar por la vida.
Podría llenar páginas y páginas contando anécdotas que hacen de esta amistad un lazo indestructible, podría llenar aun mas paginas, diciendo quienes son. Pero, eso voy a guardármelo en el egoísmo de saber que hay una parte de esas personas extraordinarias que guardo para mí, dentro de mí, para protegerme. Lo que si pienso hacer es compartir, con quien me lee, uno de los secretos mejor guardados de Margarita: si usted llega allí y no conoce a Rosaura, usted conoce solo la mitad del sonido. Rosaura se dedica (lo hace  por necesidad y oficio, pero lo hace por pasión y eso es lo bueno) a hacer que la estadía de los visitantes sea exitosa. Rosaura está en la Isla para resolver las necesidades de todo el que le pida ayuda, cobra por eso, (ni más faltaba) pero, uno termina sintiendo que ese dinero jamás ha salido del bolsillo de uno. Rosaura hace transporte (usted dice a donde quiere ir y ella se ocupa de que usted llegue bien a destino, o mejor aún, usted sugiere lo que quisiera hacer y ella se ocupa de proponerle un itinerario fantástico y hacerlo llegar allá) Rosaura consigue las cosas imposibles, Rosaura conoce el mejor chiringuito de playa y lo recomienda con los dueños (a mi me atienden como un príncipe saudí donde llego porque ella se ocupa de eso) Rosaura sabe dónde ir a comer sin gastar mucho, o donde ir a disfrutar el mejor y más lujoso ambiente sibarita y hace que usted entre allí, como Pedro por su casa, Rosaura sabe dónde comprar lo que usted necesite comprar, Rosaura le consigue apartamento ajustado a su presupuesto, Rosaura conoce al taxista más solidario y el destino más idílico y Rosaura conoce el sitio donde venden el mejor hojaldre de manzanas que yo me he comido jamás, recién salido del horno.
¿Se me olvido algo? Quizás, porque Rosaura nació para resolverlo todo y para que usted se venga de Margarita con el mejor recuerdo de haber sido atendido por una señora de modales impecables, de cercanía precisa, conversación agradable y generosidad ilimitada. Si eso no es saber ser la mejor amiga de este mundo, entonces yo no sé nada de la vida y debo retirarme a un convento de clausura.
No voy a dejar el teléfono de Rosaura aquí escrito, porque en este país esas cosas no se hacen, pero si usted va para Margarita, necesita alguien que lo ayude a pasarla bien (créame, en Margarita moverse “por la libre” no es fácil) y no ha pensado en anfitrión todavía, déjeme un mensaje (con su información de contacto) usando el espacio reservado para los comentarios del blog. Yo me ocuparé de que Rosaura se ocupe de usted y usted me lo agradecerá toda la vida. Eso es lo mínimo que yo puedo hacer por una amiga tan valiosa.
Gracias por todo, Rosaura querida, te has ganado con creces cada palabra de las aquí escritas.

Mercado de Conejeros


 


Bueno…ha llegado el momento de cerrar maleta y poner rumbo a casa. Unas vacaciones que se terminan, con unas libretas llenas de recuerdos que contar. El año pasado tuve la premonición de que así seria; acostumbrado a cruzar el charco en cada verano, ya la situación se veía venir difícil e imaginé que mis próximas anotaciones podrían ser sobre Margarita, un destino nada despreciable; al contrario, un destino que me acerca a afectos muy especiales y que me pone en sintonía con mis genes mas íntimos. Mi padre era margariteño, aunque nunca vivió en la Isla; era hijo de una margariteña y nació en un caserío cercano a Porlamar que creo ya no existe. De modo que venir aquí con esa carga, me hace sentir menos navegao, cosa que me gusta mucho.Mi vuelo sale a las 3 de la tarde y hemos amanecido con problemas en el tanque de agua, así que un baño rápido y la decisión sana y precavida de irme al aeropuerto muy temprano. En esta época del año, el aeropuerto de Nueva Esparta es un hervidero de desastres.  En el camino y como despedida en un día lluvioso, paramos en el Mercado de Conejeros para un desayuno, como Dios manda.
El Mercado de Conejeros es el mercado libre de Margarita. El Mercado al que van los margariteños y uno de los grandes reclamos turísticos; también, por cierto, uno de los mejores desayunaderos de la Isla. Nunca, en todas las veces que he ido, me he conseguido con el sector del mercado donde venden alimentos, supongo que debe existir; pero, hará falta un recorrido más acucioso.  Lo que siempre visito son las ventas de comida (empanadas y arepas de cazón, por supuesto) y en el camino las ventas de cualquier cosa, una excelente respuesta  al comercio informal que ha asaltado las ciudades venezolanas. En Conejeros se puede encontrar de todo: desde ferretería hasta sabanas importadas, pasando por ropa y accesorios de diferentes calidades y, la verdad, es buena idea curucutear entre sus puestos de venta si el consumismo sigue haciendo de las suyas en el viaje. De lo contrario, limítese a desayunar, es lo mejor que puede y debe hacerse al llegar a Conejeros. (Hay muchísima gente que desayuna allí todos los días de su estadía, el Mercado está en la vía a las playas más famosas)
Debo agradecer la calidad de las ricas empanadas con las que me llevo a tierra firme el sabor de la isla en la boca. Margarita, está linda la mar….hasta la próxima.

sábado, 19 de octubre de 2013

White Beach, el chiringuito


 Se puede ir a Margarita y pasar todo el tiempo tirado sobre una toalla comiendo sándwiches que se preparan en casa. Se puede ir a Margarita y no gastar dinero en bebidas frías a la orilla de la playa, se puede ir y vivirla como uno vive la playa en cualquier lugar del mundo. Pero, no se debería ir NUNCA sin ir a Playa Parguito y sin instalarse en White Beach, por lo menos una vez.
White Beach es un chiringuito de playa. Ni más ni menos. Un chiringuito tradicional, pero del más alto vuelo. Un lugar en donde lo que cuenta es que uno lo pase bien y ellos también. Ellos, son los administradores argentinos que, realmente, pasan de ejercer el gentilicio y toleran con simpatía y buena cara las demandas de sus clientes.  Conseguir una tumbona en primera fila de playa no siempre es fácil, dependerá de la hora en que usted llegue, pero, por suerte, se puede reservar  (cumplen las reservas con exactitud de santo) y llegar un poco más tarde. Sirven almuerzos bastante caseros, preparados con muy buena mano y cariño, a precios de lo más solidarios, bebidas frías, cocteles (hacen un mojito bastante respetable) y todo se lo llevan a uno a la tumbona, con una sonrisa perfecta y el mejor ánimo de este mundo. Tienen duchas con agua corriente, lo que es una bendición porque puede uno sacarse el pegote del agua salada y cambiarse de ropa allí mismo y además, es casi siempre una fiesta temática en la que todo el mundo lo pasa perfecto.
Conocí White Beach hace como 5 años en una rumba de mojitos, cervezas heladas y todo lo bueno que tiene la playa en estos días de vacaciones y siempre regreso como si de pagar una promesa se tratara. White Beach es el sinónimo mejor escrito de vacaciones en el Caribe y eso no lo cambia nada; no iba yo a dejar de nombrarlo en este recuento de Nueva Esparta, mucho menos después de esa gran fiesta de despedida que me han organizado sin saberlo.

Disco Music para despedirme...


Mañana terminarán mis vacaciones en La Isla. No he tenido la oportunidad de ir a otras de las muchas playas fascinantes de Margarita, pero las nombraré, porque es importante saber que existen: La Pared, Paraíso, Juventud, La Playa del Hotel Experia, Playa Caribe y algunas más a las que hay que descubrir para entender porque Margarita realmente es, nunca mejor dicho, La Perla del Caribe. No ha habido tiempo de ir a todas las playas esta vez, y aun así, decido repetir playa. Mi último día en Margarita siempre es en Playa Parguito. Siempre.  De modo que he llegado a las 10 de la mañana, para instalarme en una tumbona blanca y cómoda de White Beach, el chiringuito ideal.
La gente empieza a llegar y ya casi a mediodía, el día que amaneció medio encapotado, mejora notablemente. El sol brilla por su presencia y la gente más bonita del mundo, está toda concentrada en este hermoso pedazo de costa caribeña. Salgo a caminar por la orilla y tengo la gran sorpresa de conseguirme a un antiguo amigo muy querido, al que perdí la pista hace siglos. Lo reconozco porque le falta una oreja, si, ya le faltaba en la época en que salíamos con frecuencia a comernos la noche caraqueña, noche que se hace presente en este día divinamente soleado, porque en White Beach han tenido la maravillosa idea de contratar para hoy, a un DJ que pone la mejor música disco de los 70´s y 80´s y convierte la orilla de la playa en una reedición de las noches inolvidables del Ice Palace y Le Crazy de la Caracas en la que se podía vivir hasta el amanecer. Mientras converso con Franco, escucho a Gladys Knight cantando Midnight Train To Georgia, que terminamos cantando a dúo y de pronto me doy cuenta que ambos somos sobrevivientes; entonces me parece que lo más apropiado es darle gracias a Dios por tanta dicha.
Las horas están transcurriendo con tanta felicidad, la música es demasiado buena, no hay ninguna canción que no tenga el recuerdo de un momento vivido y a mi alrededor, todas las cabelleras canosas, todas las cinturas liposuccionadas, todas las tetas operadas, todas las cabelleras teñidas de rubio, todas las barras de ejercicio y todas las barriguitas “decentes” bailan quedamente en su tumbona. Solo falta lo mejor de los Bee Gees, en el centro de mi corazón se que si suena Staying Alive, voy a salir a bailar.
Ha sonado y lo hice, porque cerca de mí una señora de mi edad, se ha soltado el moño cantando y bailando Pata-Pata y un poco  más allá, una pareja de cabellos grises como los míos, pierde el pudor cantando a todo volumen Rompe Saraguey.  Playa Parguito es un reducto de la clase media sobreviviente que se respeta en su edad. Debe ser por eso que me gusta tanto.

Comer en Margarita



No sólo en Margarita, pero tal vez allí con mayor fuerza, el arte de comer – y de dar de comer – adquiere poco a poco, proporciones épicas. Si hay algo que se puede y se debe hacer en Nueva Esparta a toda mandíbula, es comer sin miramientos. Desde la empanada de cazón a la orilla de la playa, pasando por el Pastel de Chucho infaltable en la mesa del Viernes Santo, hasta las sofisticadas preparaciones que hoy forman la nueva gastronomía insular, el tema gastronómico es una moda a la que hay que aferrarse. Es una gran sorpresa.
Algunos nombres ya se han hecho famosos y constituyen lugares a los que  un buen paladar no puede negarse a acudir: Casa Caranta, por ejemplo, en la calle Principal de Pampatar, es un sitio al que es obligatorio ir. Una discreta y bien surtida carta de vinos hace compañía a una cocina de estilo más bien europeo (son gloriosas sus pastas con ingredientes exóticos) e interpretaciones muy bien logradas de ingredientes tradicionales, en donde la mejor parte la lleva el amable personal a cargo de esta casa tan bien montada. No es barato, para  nada, pero vale cada centavo. Un poco más allá, el ya célebre Mondeque, comedor en el que el archifamoso Sumito Estévez (la estrella que mas brilla en las hornillas patrias) comanda los fogones para ofrecer exactamente eso: la comida de Sumito, es decir, preparaciones bastante acertadas de platos a base de ingredientes autóctonos en donde, según decires de todo el mundo, abundan los pescados frescos y los mariscos de la mejor calidad. Es pequeñito y muy bien montado y tampoco es para nada solidario con su bolsillo, pero de nuevo hay que decir que es dinero bien invertido. No tiene pega alguna.  Tal vez esas sean las fragatas insignia, pero hay más que descubrir; una larga lista de lugares. Tequila, por ejemplo, un mexicano divertido, bien atendido y mejor montado, que a precios muy amigables sirve excelente comida charra o el emblemático El Remo, un templo del buen yantar margariteño, absolutamente sabroso, con una carta extensa, bien preparada, resuelta y precios que se parecen a unas vacaciones en el Caribe para mochileros. De más reciente aparición, pero igual buena calidad es Casa Vieja, en Playa El Ángel (no es una playa realmente, es una calle que se llama así) donde destacan el desayuno andino (sorpresivo para esos lares) y unos tequeños servidos con reducción de papelón y ají dulce, que son una cosa completamente deliciosa.
Mención aparte merece una panadería: St Germain, en Playa El Ángel,  mi lugar favorito para desayunar, un sitio al que hay que ir, comer tejas hasta hartarse y ver pasar a todos los temporadistas de ese año. No ceso de recomendarla porque cuando entro allí, lo que pienso es que estoy entrando a una de esas antiguas pastelerías caraqueñas manejadas por españoles que tenían todo el buen sabor de la adolescencia y se las llevó el progreso. Ojalá y en Margarita no suceda lo mismo.

Pampatar, el reducto "chic"

 
Seguramente para aprovechar la enorme belleza de la Bahía de Pampatar,  es allí donde se reúne lo mejor que la Isla tiene para ofrecer después de sus playas.  Pampatar es, sin duda, el rincón chic de Margarita y eso se nota, más o menos, en cada pedazo de este pequeño pedazo de isla hoy sembrado de edificios residenciales de gran lujo y un par de calles dedicadas a una de las modas de más arraigo en Margarita: La Gastronomía
No indagué mucho en los precios de, por ejemplo, un apartamento con vistas a la bahía pues es sabido que los pocos privilegiados que disfrutan de alguno, han tenido que pagar una cantidad nada despreciable de dólares (los apartamentos de ese nivel no se negocian en bolívares, supongo que por respeto) y además lo hicieron en la época en que todavía se podía construir sin mayores restricciones, alguien me contó que ya no es tan fácil pues los habitantes de Pampatar parece que se han ido organizando para ponerle un poco de freno a la especulación inmobiliaria y asegurarse que sus viviendas, de ultra lujo, sigan costando un potosí. No me consta, pero lo creo posible. Es, sin embargo, un paseo obligado, tanto para ver de lejos como es que “viven los ricos” como para aprovecharse un poco del éxito que está teniendo el asunto de hacerse un hueco en los fogones y manejar con maestría el arte de dar de yantar, una cosa que en Margarita, alguna gente se toma en serio.
Pampatar entonces, está lleno de posaditas, restaurantes, edificios de lujo y un poco del sabor margariteño, bajo el ojo vigilante de una fortaleza que data de la colonia, el Castillo de San Carlos Borromeo, cuyas murallas de piedra bordean la preciosa visión de una bahía completamente idílica para protegerla de ataques y sinsabores desde 1684.

Los "Moles"




Establecido el porqué y el concepto fundamental de “comprar en Margarita”,  es menester que entendamos también a donde ir para satisfacer esa urgencia: Como en toda ciudad que va de moderna por la vida, la Isla tiene su buena colección de centros comerciales, (que todo el mundo, por deformación anglosajona medio tonta, llama “mol” y/o “moles” en plural) y que han transformado  una de las cosas divertidas de la isla: las calles comerciales, a saber, la avenida 4 de mayo y la Avenida Santiago Mariño. Yo tengo mis reservas, por supuesto, y aconsejo a quien quiera atreverse, a dar una vuelta por las pocas tiendas que quedan en estas avenidas tan famosas, pues se consiguen verdaderas gangas. En la 4 de mayo, por ejemplo, hay una súper tienda de guayaberas que  es una maravilla; pero, lo “estéticamente correcto” es pasar el día recorriendo moles.
Rattan es el pionero y por lo tanto aun tiene un poco del encanto de quien comenzó con el lio y se resiste a abandonarlo. Tiene la mejor tienda Fruit of the Loom de la Isla (si ya sé que Fruit of the Loom es tan Wal-Mart como Wal-Mart, pero que se le va a hacer, está en la Isla y es “americano”) y una tienda de trajes de baño, en la planta baja, que es buenísima, además de lo que quizás sea el mejor hipermercado-bodegon-hiperfarmacia de Porlamar.  Saliendo por el estacionamiento hacia la izquierda, está Parque Costa Azul, súper nuevo, gigantesco y muy bonito centro de compras donde hay de todo. Yo creo que ir a Costa Azul y gastarse todo lo que uno tenía presupuestado para hacer compras no es un disparate. Aquí están las grandes marcas de alta costura y algunas tiendas muy curiosas.  Es enorme, prepárese para caminar muchísimo.
También está (como no) el famoso Sambil Margarita, bastante venido a menos para los que saben de eso. Yo no fui esta vez, aunque alguien me comentó que los precios allí son mejores que en un mercado libre. Para concluir, el Centro Comercial “sifrinisimo” de la Isla: La Vela, un lugar muy grato, con una escala muy humana, una heladería de muerte lenta y las mejores (y más caras) tiendas de la ciudad. Es una visita que hay que hacer, si uno anda en onda de consumismo exacerbado, o si quiere cambiar la arena y la mar salada por un poco de concreto climatizado.


Comprar en Margarita

 
 
 
Es parte indispensable de lo que en buen venezolano se conoce como “ir a Margarita”. Nosotros vamos a Margarita por múltiples razones…y, por comprar. Quizás porque es el único lugar de Venezuela donde, rebajas, realmente significan un importante descuento
o quizás porque, para empezar, el descuento principal tiene que ver con su carácter de Zona Franca. En la Isla no se paga IVA, por lo tanto, el 12% de la factura que tendrías que pagar en “tierra firme”, no existe en Porlamar.
Sea ese el motivo o un simple resabio de hiperconsumo que comunismos trasnochados no han conseguido acabar, comprar en Margarita es parte de cualquier vacación que se precie. Nosotros peregrinamos por sus tiendas por lo menos uno de los días que le robamos al mar; desde Custo Barcelona a ZARA pasando por Carolina Herrera, Tommy Hilfiger  y Scuttaro, las grandes firmas europeas, norteamericanas y locales, todas, tienen un rincón en alguna esquina y aunque voces agoreras hablan en contra, los visitantes bien pertrechados, y los que no tanto, repiten una y otra vez el clic de compra realizada en todos sus puntos de venta.
Abundan los bodegones, suerte de gigantescos supermercados en los que famosos productos ibéricos comparten espacios con carísimos vinos, delicias de la toscana y todo el “güisqui” de este mundo (nuestra bebida nacional) y además, ahora en tiempos de la increíble escasez socialista, el papel higiénico, los productos de aseo personal y diversos tipos de aceite de canola, empiezan a ser objeto de culto en las compras del visitante.

Playa El Yaque



(Nota: las fotografías de Playa El Yaque, no las hice yo. El día que llegué aquí, mi vieja camarita SONY empezó a morir y aunque sirvió para ilustrar un poco el resto del viaje, ese día en especial se negó a funcionar medianamente bien. Tomé las fotos de esta entrada de www.tripadvisor.com con su autorización)
 
Si la menciono es porque rivaliza en fama con Playa el Agua (pero un poquitín más hippie) y si me dejan con la mismísima Isla. Tal vez, debido a un famosísimo documental del que no tengo más noticias pues no he tenido el gusto de ver, EL YAQUE parece ser la playa de la que todos hablan, a la que todos van y la que todo el mundo recomienda visitar.
En completa honestidad y sin la intención de pasar a la historia como el autor de su  mala fama, debo decir que esta, tampoco me gusta. Razones, varias: Siempre está llena de gente, su servicios parecen estar a punto de colapsar, es muy probable que sus vecinos de ola no sean la gente más educada y bonita que usted se encontró en sus vacaciones y, por alguna razón misteriosa, en las dos o tres visitas que le he dispensado, no me ha convencido el color de sus aguas.
Es la playa de los surfistas (si a usted le gusta el surf, olvídese de todo lo que ha leído hasta aquí, discúlpeme por favor,  e instale una carpa en El Yaque) y también el embarcadero de las lanchas, catamaranes y todo lo que va hasta Isla de Coche…y, como todo en esta vida, esta opinión es la mía, por lo tanto es muy subjetiva; tal vez usted llegue allá y le encante. Yo, que no siento nada  por el surf ni los deportes acuáticos, la doy por vista.

Playa El Agua


Es la playa “fashion”, predilecta de los más jóvenes, los más ricos y los más bonitos visitantes de la Isla. Es, para decirlo en buen venezolano, la playa sifrina, esa en la que hay que ver y dejarse ver, so pena de ser execrado de las populosas rumbas nocturnas.  Es la playa que tiene los mejores servicios, es la playa más cara y es la playa más “famosa”. Precisamente, por eso, es la que menos me gusta. También porque tiene demasiado oleaje, pero eso es lo de menos. En realidad Playa El Agua no es mala playa (en Margarita no hay playas malas) lo que pasa es que a mí, personalmente, no me hace clic a pesar de su belleza.
Básicamente porque está llena – a reventar – de gente demasiado joven. Lo cual es una ventaja y una desventaja: la ventaja es obvia, abunda el colirio para los ojos en cualquier presentación; la desventaja también es obvia:  el riesgo de una improvisada fiesta playera con reggaetón a todo volumen y cantidades groseras de whisky con agua de coco (sabroso, pero no en manos de imberbes de 19 años) en uno de los países mas violentos e irrespetuosos del mundo, no es algo que uno – viajero tranquilo y sosegado -  quiera correr libremente. Y eso, lamentablemente, es lo que le puede ocurrir al que escoge Playa el Agua como destino de día de vacaciones.  Sin embargo, a su favor tiene que la mayoría de los buenos hoteles están cerca de allí y que siendo la más famosa de sus playas, es también la que ofrece mas fácil acceso.
Es un riesgo, sobre todo (esto hay que decirlo) porque siendo tan turística, es también la menos segura de las playas de la Isla, pero es un riesgo que se puede correr. Playa el Agua es una playa muy bonita, a la que hay que ir si se anda con ganas de ligue, de despiporre, de rumba, de ruido y de diversión de cualquier tipo. Si lo que usted busca es tranquilidad y sosiego playero, salga corriendo en dirección contraria; eso no va a conseguirlo en Playa El Agua ni aunque un millón de brochures publicitarios le prometan un ticket directo a El Paraíso, en el instante en que usted llegue a El Agua, déjeme decirle algo: En Margarita, tal como sucede en todos los destinos turísticos del mundo, la distancia entre lo que dice la publicidad del resort y lo que sus cansados ojos verán al llegar es, la mayoría de las veces, gigantesca. Unas veces para mal, otras, como en todas partes del mundo, sorprendentemente para bien y mejor. Se conoce como globalización y afecta a los viajeros, mas que a nadie en esta tierra.

El mono de Arminda


La primera vez que estuve en Punta Arenas, me instalé en un “chiringuito” que tenía una particularidad muy notable: entre su personal había un mono. Si. Un mono que saltaba libremente por la barra y no molestaba a nadie. Ayudaba a servir refrescos (a mi me alcanzó una Pepsi helada) y era, de muchas formas, parte de las delicias del restaurant de Arminda (chiringuito que recomiendo a todo el que vaya para Punta Arenas) Bien, el recuerdo de ese mono tan divertido, a pesar que yo no soy muy animalario que digamos, me llevó directo esta vez, a ese lugar, porque siempre lo encontré tan divertido, que no entendía mucho Punta Arenas, sin el mono de Arminda. Entré saludando y preguntando por el mono, cuando Arminda misma, con inmensa tristeza, me informó que había muerto recientemente.  – Me lo mataron – dijo con los ojos aguaditos.
Creyendo que había sido víctima de algún atraco o cosa por el estilo, quise saber los detalles. No he debido. Arminda me relató que, hace relativamente poco tiempo una familia “principal” del gobierno venezolano, fue a pasar el día en su establecimiento. En esa familia iban dos niños de corta edad a quienes sus padres no atendieron casi en absoluto; los niños, por supuesto, se dedicaron a molestar al mono, en lugar de disfrutar del mar. Tanto lo molestaron, tanto lo agredieron, que el mono, como corresponde a un animal que no tiene capacidad de discernimiento, mordió en un dedo a uno de los niños. Fue una venganza lógica, un accidente buscado. El niño montó en cólera y armó la mayor pataleta de su vida, a pesar de los primeros auxilios que le prestaron en el restaurante y los mimos de la familia de Arminda quienes constataron que la mordida había sido muy superficial. Después de media hora de escándalo, los padres del niño finalmente respondieron a las muchas llamadas del mesero y enfrentaron “la tragedia” con ganas inusitadas de demostrar su inmenso poder. Lo hicieron. A la pobre Arminda la amenazaron con cárcel y cadena perpetua, retirándose del lugar sin pagar la cuenta (almuerzo para 6 personas y muchas cervezas) dejando saber que al mono, pronto se le acabarían los privilegios.
Temprano en la mañana del día siguiente, un batallón de efectivos de la policía ambiental apareció con cara, e ínfulas, de pocos amigos a exigir permisos y demás “papeles” del mono, Arminda lo tenía todo en regla: vacunas, certificados médicos, permisos de tenencia, todo. Aun así, el mono fue encarcelado y retirado del chiringuito debido a su “conducta agresiva”. Arminda desconsolada empezó a mover cielo y tierra para rescatar su mascota.
Tres días después de infructuosas diligencias ante el gobierno “conservacionista” de la Isla Arminda recibió, al final de la tarde, un acta donde constaba la eutanasia de su mono, sin explicación alguna.
El chiringuito de Arminda sigue siendo la mejor opción en Punta Arenas, pero la ausencia del mono camarero es muy  notoria. Como él, en Margarita comienzan a perderse muchas otras cosas bajo el mandato de quienes lo único que saben hacer es tomar venganza contra quienes se oponen a su poder, demasiado grande para ser enfrentado con el arma de los papeles en regla.

viernes, 11 de octubre de 2013

La esquina del mundo



Es ya mi cuarto día en la Isla y estoy ansioso por irme a lo que, sin duda, es no solo mi playa preferida, sino uno de los lugares que más me gusta en este vasto mundo que habitamos.  Si pudiera, pondría una casita en la mayor cercanía y me instalaría a ver pasar los días, desde este rincón que no solo es inigualablemente bello, también posee una cosa energética que a mí, escéptico entre los escépticos, me deja siempre muy removido. Estoy hablando de Punta Arenas,  una playa situada en Macanao, a la que hay que ir, aunque uno vaya para Margarita por un solo día.
Queda como a una hora de camino, por una carretera que han arreglado mucho últimamente y está perfecta, es un poco solitaria y está rodeada de unos paisajes verdaderamente de ensueño: montañas de colores, mar abierto y pequeños pueblecitos como para entender las cosas simples de la vida; en un recodo de ese camino maravilloso: Punta Arenas, una playa con algunos servicios (no es fácil conseguir una ducha de agua dulce, por ejemplo) tres o cuatro chiringuitos bastante básicos (igual que en el resto, le ofrecen toldo y un par de tumbonas por 150 Bs) y una espectacularidad difícil de conseguir en otra playa del mundo.
Punta Arenas es la esquina del mundo. Y eso, para entenderlo, hay que verlo, por más que yo intente contarlo de la mejor manera que puedo.  En algún momento de su caminata por la orilla de la playa, usted llegará a una de las puntas de Margarita y verá que, detenido en esa esquina, el mar Caribe viene desde la derecha y desde la izquierda a formar un plato de belleza y quietud inigualable, al que vale tanto ver como sentir. En esa esquina no hay nada más que arena, conchas y mar. Usted pone el resto. Créame que pocas veces en la vida, se siente una emoción igual. Esa cosa infinita que llamamos horizonte y se hace inconmensurable en un instante de mar, está todo para el que quiera disfrutarlo en ese lugar, pequeñito en su inmensidad, llamado Macanao, en la Isla de Margarita.
Si el planeta necesita una esquina desde la cual empezar a recogerse todo, esa es una. Estoy seguro que en algún momento la vida me llevará a las otras tres.