domingo, 29 de septiembre de 2013

La Virgen del Valle


Patrona de Nueva Esparta, Virgen Milagrosa, Madre de los pescadores, Protectora de los Neoespartanos, Patrona de Oriente y de la Armada venezolana,  lo que la Virgen del Valle representa para los Margariteños, solo puede compararse, en Venezuela, con el fervor larense ante la Divina Pastora y el marabino ante La Chinita (Nuestra Señora de Chiquinquirá). Puede que salga alguien a discutirlo, pero la Virgen de Coromoto, patrona de Venezuela (y por lo tanto jefa de todas las nombradas) no despierta en el devocionario popular, ni la mitad de las emociones que despiertan las madres regionales. En especial esta hermosa imagen de la Virgen María, venerada en Nueva Esparta y todo el Oriente del país, desde los tiempos en que Cubagua era un rico emporio pesquero.
Es una tradición religiosa que pasa de generación en generación, se tiene por ley divina y es para los orientales, de obligatoria presencia en sus hogares, donde disfruta de sitio preferencial en el altar doméstico.
Se trata de la imagen de la madre de Dios más antigua del continente americano, llegada a Cubagua para salvar milagrosamente a los indios Guaiqueries de la barbarie que los españoles estaban perpetrando contra su raza. Los nativos, desbordados por la situación, pidieron a España se les enviará una imagen de la Inmaculada Concepción para rendirle adoración en uno de los templos que se construían en Nueva Cádiz (La primera ciudad española fundada en América del Sur, ubicada en la Isla de Cubagua)Como quiera que la llegada de la imagen aplacó de algún modo la furia de los conquistadores, su devoción fue consiguiendo una fama que perdura y se engrandece, al mismo ritmo que  lo hace la población Neo Espartana regada por el mundo.
Baste  para explicarlo, quizás, el más famoso de sus milagros: es leyenda que un pobre pescador fue picado por una manta raya cuando cumplía faenas en un manto de coral, la herida de imposible sanación, debido a la ferocidad de la picada, amenazaba con dejarle sin la pierna, lo que significaba no volver a pescar y morir en vida.  Su mujer, aterrorizada ante el pronóstico desolador, pidió a la Virgen del Valle su intersección y el pescador, ofreció que si se curaba, le regalaría la primera perla que encontrase al sumergirse en el mar.  La pierna fue curada milagrosamente y en su primera jornada en la mar, volvió al manto de coral donde había sucedido el accidente;  para su sorpresa, logró pescar una gran perla en forma de pierna, con la marca de una herida donde él había tenido la suya. Esa perla, que existe y puede verse en el  museo que lleva el nombre de la Virgen ubicado a un lado de la Basílica Menor de Nuestra Señora del Valle, es muestra de una fe inquebrantable.  Quizás todo lo demás pertenezca a algún imaginario; lo de los margariteños por su Virgen, no. Está inscrito en su ADN.


 
 

 
 


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