Primera buena impresión: a pesar del
tramite engorroso de entrada, en el que le hacen sentir que usted está llegando
a un país extranjero y eso retarda sus ganas de arena blanca, mar azul; el
Aeropuerto Internacional del Caribe Santiago Mariño es un aeropuerto de
provincia que está haciendo lo posible por hacerle honor a su nombre. Amplio y
despejado, es una puerta de entrada realmente excelente en la que, a pesar de
la larga espera por el equipaje (una costumbre nueva en casi todos los
aeropuertos del mundo) se adivinan las ganas que ellos tienen de que uno llegue
y se ponga cómodo, cosa que se agradece.
De ahí en adelante lo que viene es
una ciudad bien llevada a la que sus habitantes no han maltratado tanto y que
posee un sitio geográfico realmente envidiable, utilizado con inteligencia por
quienes se han ocupado de ponerla a crecer. Por supuesto, hay un poco de
desorden urbano y ciertas incongruencias hacen que la Isla no termine de ser
una mala copia de alguna ciudad moderna del mundo, pero en este caso, a mi me
parece bien. Ese golpe de identidad, de cosa única, es conveniente para una
ciudad constantemente amenazada por lo incorrecto. Amplias avenidas, jardines bien mantenidos,
obras de arte en las vías principales y algunas muestras de una arquitectura
inteligente y muy bonita, dan a Porlamar un aspecto lo más cosmopolita que
puede esperarse en el Caribe, sin terminar de robarle lo suyo.
Tuve la inmensa suerte de ser alojado por unas amigas queridísimas que poseen una amplia y bonita casa en una zona tradicional de Porlamar, la Calle Paralela (nunca supe con respecto a que es paralela) en el barrio donde habita la mayoría Guaiquerí de la isla (Los Guaqueríes son los indígenas habitantes originales de Nueva Esparta, hoy completamente integrados a “la civilización”) y por lo tanto, mi paisaje urbano era mucho más margariteño, pero aun así, las ciudades que forman Margarita gozan de un bien orquestado aspecto que da como resultado un lugar bonito, sin pretensiones y sin aspavientos. El perfecto encanto de una ciudad que parece vivir el permanente descubrimiento de sus múltiples bondades.
Tuve la inmensa suerte de ser alojado por unas amigas queridísimas que poseen una amplia y bonita casa en una zona tradicional de Porlamar, la Calle Paralela (nunca supe con respecto a que es paralela) en el barrio donde habita la mayoría Guaiquerí de la isla (Los Guaqueríes son los indígenas habitantes originales de Nueva Esparta, hoy completamente integrados a “la civilización”) y por lo tanto, mi paisaje urbano era mucho más margariteño, pero aun así, las ciudades que forman Margarita gozan de un bien orquestado aspecto que da como resultado un lugar bonito, sin pretensiones y sin aspavientos. El perfecto encanto de una ciudad que parece vivir el permanente descubrimiento de sus múltiples bondades.
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