Bajándome del avión me doy cuenta que
salvo una vez, hace millones de años como para acordarme de la travesía, no he
llegado a Margarita por la mar. En realidad venir por avión es tan cómodo y tan
barato que el suplicio del ferry (del que todos hablan mal pero siguen usándolo
con resignación digna de mejor causa) a mí siempre se me hace innecesario. Empecemos pues por el principio: llegar a
Porlamar, capital económica de la Isla y probablemente ciudad en la que usted
pondrá su cabeza sobre la almohada, sólo puede hacerse por dos vías: Aérea y
marítima, claro, es una isla. Todas o casi todas las líneas aéreas venezolanas,
tienen vuelos directos Maiquetía – Porlamar
con un precio promedio aproximado de 50 US$ ida y vuelta; también hay
vuelos desde Valencia y desde algunos aeropuertos más, (El Vigía, Zulia y otras
ciudades cercanas, según me han dicho) pero yo no confiaría en sus horarios
aleatorios; de modo que lo mejor es llegar a Maiquetía habiendo comprado su
ticket con suficiente antelación y embarcarse en un vuelo comercial local que
en unos 40-50 minutos lo pondrá en la Isla. No es recomendable improvisar. Ir a
Margarita en temporada (Semana Santa, Agosto, Carnaval o Navidad) es tan
complicado como suele ser todo en este país que no tiene preparación alguna
para el turismo. Compre sus boletos con
mucha antelación, Margarita no es un destino de mostrador de aerolínea.
La otra forma es viajando en ferry,
muy conveniente si usted insiste en no dejar su automóvil en casa. A mí no me
gusta porque, entre otras cosas, parece que las penurias que se viven en las
horas de espera son lamentables. No sé nada del servicio a bordo (¿Habrá?) ni
de la comodidad, pues de la única vez
que lo usé, sólo recuerdo la ilusión de un primer amor en el Caribe que llevaba
a mi hermano con los nervios de punta y eso, ya sabemos todos, es siempre un
mal consejo. De modo que la decisión es
suya, se que se puede viajar sin automóvil y es un poco menos penoso e incluso
que se puede, siendo parte de un viaje colectivo (autobús de pasajeros) pero
esa última opción, lamentablemente, es absolutamente desaconsejable, dadas las
“actuales circunstancias”
Al bajar del avión, recomendaciones
aparte, sentí un golpe de brisa marina en la cara y miré al cielo: Margarita en
estos días de septiembre es una bendición de Dios, cálida, soleada y con exacta
humedad. Un buen presagio, sin duda alguna. Para la mar, por la mar, he venido.
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