sábado, 22 de enero de 2011

Iglesia-Convento de San Francisco de Asís








Ahora si que hemos llegado al llegadero. Pocos lugares en esta ciudad tienen la majestuosidad y el encanto fascinante del conjunto de edificios que forman la Básilica Menor y el Convento de San Francisco de Asís, al final de la Calle de Los Oficios, frente a la Bahía y la Plaza del mismo nombre.
Hay que verlo. No hay fotografía ni descripción que haga suficiente honor a la belleza de la iglesia, convertida en sala de conciertos destinada a la música de cámara, y adornada con austeridad por retablos coloniales y un órgano de tubos que francamente lo deja a uno sin habla. La Iglesia, de planta basilistica, comenzó a construirse en 1541 y no se terminó formalmente sino hasta 1739, debido a los daños causados por varias calamidades naturales. Tales remodelaciones dejaron el estilo barroco de la fachada y el aire colonial ingenuo de sus espacios internos. Una escalera lateral conduce a los patios maravillosamente frescos del convento, rodeados por 12 altas columnas de piedra que representan los 12 apóstoles y con grandes palmeras que evitan el bochorno del calor Caribe y ellos conducen a la torre del campanario, de 48 metros de altura, que fue en su momento la torre más alta de La Habana. Desde allí se ve una buena parte de la ciudad vieja y un bello pedazo de mar.
No hay desperdicio; las salas del convento, que albergaron desde 1915 la Oficina Central de Correos y posteriormente las oficinas de La Aduana, han recuperado toda su majestuosidad y ahora son galerías de arte religioso y centro de exposiciones. Además, en una de sus criptas reposan los restos del famoso Caballero de París, el más famoso y emblemático indigente habanero.
De súbito me doy cuenta que puestos a ver, si hay algo que tiene esta ciudad es una cantidad enorme de visitas obligadas. San Francisco de Asis es una de las más notables.

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