sábado, 22 de enero de 2011

Moverse por La Habana






Como cualquier ciudad del mundo, La Habana también tiene algunas complicaciones a la hora de tener uno que moverse de un lado a otro. Para suerte de los turistas extranjeros, esas complicaciones no incluyen, para nada, restricciones de otro tipo que no sea estrictamente lo referente a “medios de transporte”. Creo que ya hemos entendido perfectamente, que a menos que uno se meta en los asuntos internos del gobierno o escudriñe un poco más allá de lo debido, el turista extranjero es un Dios.
Por supuesto, en La Habana no hay subterráneo. El transporte masivo se hace a bordo de modernos autobuses de fabricación china que ellos llaman GUAGUAS y cuestan 20 centavos de peso (moneda nacional), cubren pocas rutas y todos pasan cerca, o por La Habana Vieja; sólo hay que saber en qué dirección tomarlos. Los autobuses van repletos de gente todo el tiempo, y tomarlos en verano es una experiencia muy desagradable. Son seguros y cumplen su cometido, pero no hay que esperar comodidad alguna.
Existen también líneas de taxi que prestan servicio a turistas y se pagan en CUC, son en realidad muy costosos, pues nadie usa taxímetro sino que anuncian el precio al embarcarse, de modo que conviene tomarlos sólo en caso de verdadera necesidad. Circulan por las calles, no están identificados con algún color en particular y generalmente son unidades en buen estado, aunque pocos tienen aire acondicionado.
Un poco más folclórico, resultan los Coco-Taxis, especies de motocicletas a las que se les ha agregado un techo, por llamarlo de alguna forma, que recuerda vagamente a un coco abierto. Son amarillos, se encuentran en los principales sitios turísticos de la ciudad y son más económicos que un taxi.
Para recorrer Habana Vieja, es posible pagar unos cuantos CUC por una calesa con caballos que le dará un romántico paseo y además, existe la bicicleta a la que le han adosado una especie de carreta y funciona a tracción humana (Nos pareció demasiado denigrante como para probarlo)
Los cubanos y solo ellos, pueden montarse también en “maquinas”, viejos autos por puesto que recogen y reparten pasajeros que llevan rutas similares entre si y pueden hacer el mismo viaje todos, pagando 25 centavos de moneda nacional por persona. Está estrictamente prohibido para los turistas y es mejor respetar esa norma; el que paga las multas y se mete en problemas graves por transportar un turista en su máquina, es el conductor. Al turista lo dejan ir sin inconvenientes.

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