Sé una cosa más, que la Europa del futuro, no podrá existir sin conmemorar aquellos que, independientemente de su nacionalidad, fueron asesinados en ese tiempo con odio y desprecio. Que fueron torturados hasta morir, que pasaron hambre, murieron inhalando gases tóxicos, incinerados o ahorcados…
Andrzej Szczypiorski
Sobreviviente del campo de Sachsenhausen
Ya casi llegamos al final del recorrido. Hemos visto y vivido las monstruosas historias que desde el sin sentido, dan sentido a la conservación y mantenimiento de este sitio conmemorativo. Casi al final, el corazón estrujado y el dolor de pertenecer a la humanidad que propició esta tragedia, me llenan de lagrimas los ojos.
Alrededor de mi llanto, varios grupos escultóricos dan la estocada final. El “Monumento Nacional del Recuerdo y la Conmemoración” por ejemplo: un obelisco de 40 mts de alto adornado con triángulos en su parte superior (en homenaje a los grupos humanos que estuvieron aquí detenidos, los que se identificaban con un triangulo de color determinado pegado a sus ropas) y algunas esculturas juntas que simbolizan solidaridad. Este obelisco preside todo el Memorial y se convierte fácilmente en el más importante monumento del campo. Aunque no es el único.
En la zona de crematorios existe una bellísima escultura de bronce que simboliza la muerte de ilustres prisioneros abandonados en el confinamiento solitario, o campo especial, y un poco más allá, donde estuvo el primer crematorio, una fosa común marca el espacio donde fueron enterrados, en el mayor anonimato, mas de 7000 personas. Ese sitio está marcado por un austero monumento memorial. Eso es lo único que queda.
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