miércoles, 2 de octubre de 2013

El cazon y sus delicias

Plato fundamental, e irrenunciable manjar de todo aquel que pase por Nueva Esparta; el cazón, ese pescado primo del tiburón que se prepara guisado en un aliño que lleva cebolla, tomate, cebollín, ajo, ají dulce, pimentón y algunas hierbas, hasta lograr un guiso seco de fibras muy pequeñas, es posiblemente una de las delicias inolvidables de cada viaje a Margarita. De igual popularidad en cualquiera de las ciudades orientales, en Margarita adquiere importancia de “pan nuestro de cada día”  al extremo de convertirse en la carne mechada de nuestro emblemático Pabellón Criollo cambiando su nombre por el de Pabellón Margariteño.
Básicamente, se come al desayuno, a la orilla de la playa, en empanadas:  una media luna de harina de maíz, amasada con un toque de miel de papelón y algo de ají dulce, rellenada con el guiso de cazón y  frita en aceite hirviendo hasta dorar. Las expertas “empanaderas” de la orilla de la playa o de algún puesto de mercado, le servirán una cosa exquisita, crujiente y doradita que usted seguramente comerá una y otra y otra vez (puedo decir, sin vergüenza alguna, que una vez me comí ocho en una sola sentada). Pero, ese mismo guiso de cazón es un complemento insustituible para nuestra tradicional arepa, que en Margarita se hacen delgaditas y un poquitín quemadas, aunque usted puede pedir que no se la dejen cocinar mucho y que, además, se acompañan – como relleno - con cualquier cosa adicional (Pruébela con queso blanco duro rallado y se acordará de mi) o como dije antes, sustituye la carne mechada  como protagonista del Pabellón criollo, para pasar a llamarse Pabellón margariteño (guiso de cazón, arroz, tajadas de plátano frito, caraotas negras – frijoles – guisadas y tajadas de aguacate) o, sobre todo en Semana Santa, constituye el ingrediente estrella de uno de los platos insuperables de la gastronomía venezolana de altísimo vuelo: El Cuajao de Cazón….una maravilla que una vez que se prueba, se tatúa en nuestras papilas gustativas y nos persigue durante toda la vida, con la memoria de las cosas que se tienen que comer, aunque usted haya jurado mil veces delante de algún puñado de cruces que "yo no como pescado..."


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