La primera vez que estuve en Punta
Arenas, me instalé en un “chiringuito” que tenía una particularidad muy
notable: entre su personal había un mono. Si. Un mono que saltaba libremente
por la barra y no molestaba a nadie. Ayudaba a servir refrescos (a mi me
alcanzó una Pepsi helada) y era, de muchas formas, parte de las delicias del
restaurant de Arminda (chiringuito que recomiendo a todo el que vaya para Punta
Arenas) Bien, el recuerdo de ese mono tan divertido, a pesar que yo no soy muy
animalario que digamos, me llevó directo esta vez, a ese lugar, porque siempre
lo encontré tan divertido, que no entendía mucho Punta Arenas, sin el mono de
Arminda. Entré saludando y preguntando por el mono, cuando Arminda misma, con
inmensa tristeza, me informó que había muerto recientemente. – Me lo
mataron – dijo con los ojos aguaditos.
Creyendo que había sido víctima de
algún atraco o cosa por el estilo, quise saber los detalles. No he debido.
Arminda me relató que, hace relativamente poco tiempo una familia “principal”
del gobierno venezolano, fue a pasar el día en su establecimiento. En esa
familia iban dos niños de corta edad a quienes sus padres no atendieron casi en
absoluto; los niños, por supuesto, se dedicaron a molestar al mono, en lugar de
disfrutar del mar. Tanto lo molestaron, tanto lo agredieron, que el mono, como
corresponde a un animal que no tiene capacidad de discernimiento, mordió en un
dedo a uno de los niños. Fue una venganza lógica, un accidente buscado. El niño
montó en cólera y armó la mayor pataleta de su vida, a pesar de los primeros
auxilios que le prestaron en el restaurante y los mimos de la familia de
Arminda quienes constataron que la mordida había sido muy superficial. Después
de media hora de escándalo, los padres del niño finalmente respondieron a las
muchas llamadas del mesero y enfrentaron “la tragedia” con ganas inusitadas de
demostrar su inmenso poder. Lo hicieron. A la pobre Arminda la amenazaron con
cárcel y cadena perpetua, retirándose del lugar sin pagar la cuenta (almuerzo
para 6 personas y muchas cervezas) dejando saber que al mono, pronto se le
acabarían los privilegios.
Temprano en la mañana del día siguiente, un batallón de efectivos de la policía ambiental apareció con cara, e ínfulas, de pocos amigos a exigir permisos y demás “papeles” del mono, Arminda lo tenía todo en regla: vacunas, certificados médicos, permisos de tenencia, todo. Aun así, el mono fue encarcelado y retirado del chiringuito debido a su “conducta agresiva”. Arminda desconsolada empezó a mover cielo y tierra para rescatar su mascota.
Temprano en la mañana del día siguiente, un batallón de efectivos de la policía ambiental apareció con cara, e ínfulas, de pocos amigos a exigir permisos y demás “papeles” del mono, Arminda lo tenía todo en regla: vacunas, certificados médicos, permisos de tenencia, todo. Aun así, el mono fue encarcelado y retirado del chiringuito debido a su “conducta agresiva”. Arminda desconsolada empezó a mover cielo y tierra para rescatar su mascota.
Tres días después de infructuosas
diligencias ante el gobierno “conservacionista” de la Isla Arminda recibió, al
final de la tarde, un acta donde constaba la eutanasia de su mono, sin
explicación alguna.
El chiringuito de Arminda sigue siendo la mejor opción en Punta Arenas, pero la ausencia del mono camarero es muy notoria. Como él, en Margarita comienzan a perderse muchas otras cosas bajo el mandato de quienes lo único que saben hacer es tomar venganza contra quienes se oponen a su poder, demasiado grande para ser enfrentado con el arma de los papeles en regla.
El chiringuito de Arminda sigue siendo la mejor opción en Punta Arenas, pero la ausencia del mono camarero es muy notoria. Como él, en Margarita comienzan a perderse muchas otras cosas bajo el mandato de quienes lo único que saben hacer es tomar venganza contra quienes se oponen a su poder, demasiado grande para ser enfrentado con el arma de los papeles en regla.
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