sábado, 19 de octubre de 2013

El mono de Arminda


La primera vez que estuve en Punta Arenas, me instalé en un “chiringuito” que tenía una particularidad muy notable: entre su personal había un mono. Si. Un mono que saltaba libremente por la barra y no molestaba a nadie. Ayudaba a servir refrescos (a mi me alcanzó una Pepsi helada) y era, de muchas formas, parte de las delicias del restaurant de Arminda (chiringuito que recomiendo a todo el que vaya para Punta Arenas) Bien, el recuerdo de ese mono tan divertido, a pesar que yo no soy muy animalario que digamos, me llevó directo esta vez, a ese lugar, porque siempre lo encontré tan divertido, que no entendía mucho Punta Arenas, sin el mono de Arminda. Entré saludando y preguntando por el mono, cuando Arminda misma, con inmensa tristeza, me informó que había muerto recientemente.  – Me lo mataron – dijo con los ojos aguaditos.
Creyendo que había sido víctima de algún atraco o cosa por el estilo, quise saber los detalles. No he debido. Arminda me relató que, hace relativamente poco tiempo una familia “principal” del gobierno venezolano, fue a pasar el día en su establecimiento. En esa familia iban dos niños de corta edad a quienes sus padres no atendieron casi en absoluto; los niños, por supuesto, se dedicaron a molestar al mono, en lugar de disfrutar del mar. Tanto lo molestaron, tanto lo agredieron, que el mono, como corresponde a un animal que no tiene capacidad de discernimiento, mordió en un dedo a uno de los niños. Fue una venganza lógica, un accidente buscado. El niño montó en cólera y armó la mayor pataleta de su vida, a pesar de los primeros auxilios que le prestaron en el restaurante y los mimos de la familia de Arminda quienes constataron que la mordida había sido muy superficial. Después de media hora de escándalo, los padres del niño finalmente respondieron a las muchas llamadas del mesero y enfrentaron “la tragedia” con ganas inusitadas de demostrar su inmenso poder. Lo hicieron. A la pobre Arminda la amenazaron con cárcel y cadena perpetua, retirándose del lugar sin pagar la cuenta (almuerzo para 6 personas y muchas cervezas) dejando saber que al mono, pronto se le acabarían los privilegios.
Temprano en la mañana del día siguiente, un batallón de efectivos de la policía ambiental apareció con cara, e ínfulas, de pocos amigos a exigir permisos y demás “papeles” del mono, Arminda lo tenía todo en regla: vacunas, certificados médicos, permisos de tenencia, todo. Aun así, el mono fue encarcelado y retirado del chiringuito debido a su “conducta agresiva”. Arminda desconsolada empezó a mover cielo y tierra para rescatar su mascota.
Tres días después de infructuosas diligencias ante el gobierno “conservacionista” de la Isla Arminda recibió, al final de la tarde, un acta donde constaba la eutanasia de su mono, sin explicación alguna.
El chiringuito de Arminda sigue siendo la mejor opción en Punta Arenas, pero la ausencia del mono camarero es muy  notoria. Como él, en Margarita comienzan a perderse muchas otras cosas bajo el mandato de quienes lo único que saben hacer es tomar venganza contra quienes se oponen a su poder, demasiado grande para ser enfrentado con el arma de los papeles en regla.

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