No sólo en Margarita, pero tal vez
allí con mayor fuerza, el arte de comer – y de dar de comer – adquiere poco a
poco, proporciones épicas. Si hay algo que se puede y se debe hacer en Nueva
Esparta a toda mandíbula, es comer sin miramientos. Desde la empanada de cazón
a la orilla de la playa, pasando por el Pastel de Chucho infaltable en la mesa
del Viernes Santo, hasta las sofisticadas preparaciones que hoy forman la nueva
gastronomía insular, el tema gastronómico es una moda a la que hay que
aferrarse. Es una gran sorpresa.
Algunos nombres ya se han hecho famosos
y constituyen lugares a los que un buen
paladar no puede negarse a acudir: Casa
Caranta, por ejemplo, en la calle Principal de Pampatar, es un sitio al que
es obligatorio ir. Una discreta y bien surtida carta de vinos hace compañía a
una cocina de estilo más bien europeo (son gloriosas sus pastas con
ingredientes exóticos) e interpretaciones muy bien logradas de ingredientes
tradicionales, en donde la mejor parte la lleva el amable personal a cargo de
esta casa tan bien montada. No es barato, para
nada, pero vale cada centavo. Un poco más allá, el ya célebre Mondeque, comedor en el que el
archifamoso Sumito Estévez (la estrella que mas brilla en las hornillas
patrias) comanda los fogones para ofrecer exactamente eso: la comida de Sumito,
es decir, preparaciones bastante acertadas de platos a base de ingredientes
autóctonos en donde, según decires de todo el mundo, abundan los pescados
frescos y los mariscos de la mejor calidad. Es pequeñito y muy bien montado y
tampoco es para nada solidario con su bolsillo, pero de nuevo hay que decir que
es dinero bien invertido. No tiene pega alguna.
Tal vez esas sean las fragatas insignia, pero hay más que descubrir; una
larga lista de lugares. Tequila, por
ejemplo, un mexicano divertido, bien atendido y mejor montado, que a precios
muy amigables sirve excelente comida charra o el emblemático El Remo, un templo del buen yantar
margariteño, absolutamente sabroso, con una carta extensa, bien preparada,
resuelta y precios que se parecen a unas vacaciones en el Caribe para
mochileros. De más reciente aparición, pero igual buena calidad es Casa Vieja, en Playa El Ángel (no es
una playa realmente, es una calle que se llama así) donde destacan el desayuno
andino (sorpresivo para esos lares) y unos tequeños servidos con reducción de
papelón y ají dulce, que son una cosa completamente deliciosa.
Mención aparte merece una panadería:
St Germain, en Playa El Ángel, mi lugar
favorito para desayunar, un sitio al que hay que ir, comer tejas hasta hartarse
y ver pasar a todos los temporadistas de ese año. No ceso de recomendarla
porque cuando entro allí, lo que pienso es que estoy entrando a una de esas
antiguas pastelerías caraqueñas manejadas por españoles que tenían todo el buen
sabor de la adolescencia y se las llevó el progreso. Ojalá y en Margarita no
suceda lo mismo.
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