Un buen día, en el edificio de marras, empezó a aparecer una cinta luminica (al más puro estilo Times Square) que reproducía, en perfecto castellano, frases de dos de los más grandes defensores de la justicia: José Martí y Martin Luther King, que de puro universales nos pertenecen a todos. Eliminar la cinta no era posible ni con la intervención directa del mismísimo Holly Spirit, y el constante martilleo de “yo tengo un sueño”, tenia preocupadisimos a los jerarcas ante el temor de que despertara, por lo menos, sueños de libertad en algún cubano ocioso. Entonces, la solución ideal surgió en la mente del caudillo: Construir una plaza, justo en frente de la entrada al edificio, con una inmensa cantidad de banderas cubanas, enarboladas en astas más altas que el edificio, para hacer la lectura de las frases un acto imposible. Le agregaron un escenario, algunas luces de última tecnología y uno que otro adornito antiimperialista y le pusieron un nombre que nadie recuerda ya. Todos la llaman El Protestódromo, pues es allí donde se realizan todos los actos en contra del odiado régimen imperialista. Levantar la plaza costó 3 millones de dólares y Él la justificó con un simple “porque si”. Hoy, mas de la mitad de las banderas han desaparecido, seguimos sin saber quien va ganando el largo pleito (aunque para algunos hay sutilezas que desfavorecen a los de patio) y lamentablemente, las frases de Luther King y Martí, se apagaron.
Cuando pasan a su lado, todos lo mencionan con tanta sorna como risa. Está allí y por lo menos, sirve para que algunos canten y otros aplaudan. Ni modo!
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