







Algunos hoteles, menos nuevos o más emblemáticos (Habana Libre y Riviera quedan allí) comparten espacio con dependencias oficiales de menor rango y con una buena cantidad de instituciones culturales (la sede del Ballet Nacional de Cuba o el teatro que fundó Raquel Revueltas, están en el barrio) y los esfuerzos por mantenerlo, si bien no han sido tan notables como en Miramar, han logrado tenerlo en pie con bastante buen gusto.
El Vedado es un excelente lugar para comenzar a notar dos de las más llamativas virtudes de La Habana: sus maravillas arquitectónicas del pasado y la falta absoluta de apuro con que viven sus pobladores. En las calles de Vedado, la gente anda con calma (como en el resto de la ciudad, a decir verdad) y el tráfico es escaso; en sus aceras, los muchachos comparten lo que queda de jardines y lo que queda de casas que alguna vez tuvieron resplandores que pelean por no apagarse.
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