Cada agujero de bala, cada huella de pelea, cada escalera violentada, cada ventana quebrada, cada pisotón de sus botas, está debidamente reseñado, marcado e historiado con la exactitud de quien vivió para contarlo. No está demás decir que entre otras cosas, abundan las fotos y homenajes al Che Guevara y a Camilo Cienfuegos (héroes por antonomasia) y de vez en cuando se nota un tímido intento por recordar que Cuba existía cuando ellos llegaron allí.
Abortamos rápidamente el recorrido, no estábamos para eso. Soy de los que prefiere que le cuenten las historias y empecé a lamentar seriamente, no poder escuchar ese cuento de otra boca menos museística, más viva. Quedé, sin embargo, extasiado por la belleza del edificio. Lástima que fue de Batista, también.
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