Debe ser por la costumbre que se me ha ido creando, de despertar en la mitad de un viaje para enfrentar los antipáticos trámites aduanales entre país y país, que la llegada a Riga (Letonia) me ha parecido incompleta. También debe ayudar el hecho de que esta porción del viaje suena a pequeño error de geografía que no tengo ganas de aclarar. A ver, yo pensaba que Riga y Tallin, estaban una a cada lado de San Petersburgo; pero parece que no y que, además, para ir a Riga desde San Petersburgo hay que entrar a Estonia y volver a pasar por Tallin. En fin, toda una vuelta medio complicada, pero sobre todo muy larga que además me ha tocado hacer en un autobús repleto de gente, sentado al lado de un gordito que huele a lata de diablitos y ronca. Total, que (no se por qué) el viaje hasta Riga me está pareciendo una cosa medio rara; pero a lo mejor lo que sucede es que el raro soy yo. Estuvimos en una frontera, la salida de Rusia, en la que felizmente entrego todos los papeles que documentan mi salida del país y créanme que siento un gran alivio. Luego, unos metros más allá, un soldado fronterizo de la Republica de Estonia, entra al autobús, retira los pasaportes y regresa con todos los pasaportes sellados; pero, entrada “oficial” a Letonia, eso no ha habido, ni sello de pasaporte, ni interrogatorio fronterizo.
Una seis horas más tarde, sin haber podido dormir casi nada, amanezco en Riga. Bajo del autobús y no se si de verdad he llegado a mi destino. Está oscuro, son las 5 y 30 de la madrugada y no es hora de salir a buscar nada. Permanezco en la Terminal de autobuses hasta que veo salir el sol. Es hora de aventurarme por las calles de Riga.
jueves, 6 de octubre de 2011
Entrada sin controles
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