jueves, 20 de septiembre de 2012

Las Puercas Holandesas

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Mi mamá, que tenía su ingenio y su humor muy particular, tuvo unas amigas; tres hermanas bastante parecidas entre sí, “robustas”, blancas muy blancas, y muy “buenasmozas”. Llevaban el cabello pintado de diversos tonos amarillosos y vestían siempre con trajes similares, muchos accesorios y mucho maquillaje. Parecían personajes de cine, porque además siempre estaban juntas y creo que eran ese tipo de gente muy vivaz y animada que va a toda fiesta y siempre tiene un chiste y una ocurrencia graciosa.
Mi mama les decía “Las Puercas Holandesas”, no me pregunten por qué. Por un poquitín de maldad, debo suponer y por muchas ganas de hacer un chiste sin mala intención sobre estas buenas señoras de quien todo el mundo tenía algo que decir. Creo que algunas de sus otras amigas estaban con ella en el sobrenombre, pero estoy seguro que la autora fue ella, y que le dio para reírse muchísimo a lo largo de su vida.
Pues bien, estoy paseando en un autobús que va desde Ámsterdam a la Comuna de Edam-Volendam y no puedo evitar acordarme de esa historia de familia: a lo largo del trayecto, verde que te quiero verde, las fincas de cerdos se repiten incesantemente y puedo asegurar que en más de una oportunidad, alguna inmensa puerca casi se asoma al autobús y me recuerda la pinta y la cara de las “Puercas Holandesas” que alegraron mi infancia.

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