viernes, 21 de septiembre de 2012

Un puente levadizo

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Una divertida escena nos sale al paso mientras caminamos por la calle principal. Esta pequeña ciudad, como corresponde a su ubicación, está llena de canales de todo tamaño y por lo tanto, está llena de vida en el agua. Pues bien, en el momento en que intentamos cruzar un puente, hemos notado que un par de lanchas muy grandes, están detenidas esperando que “algo suceda” para que ellos puedan continuar con su paseo dominical. Ese algo lo tiene que materializar un funcionario uniformado, que ha escuchado las dos llamadas de atención que salen del par de lanchas y ha venido caminando, sin prisa alguna, a levantar los dos puentes que impiden el paso de las lanchas.
Es una operación, sin complicaciones, que el funcionario cumple con exactitud de ciudadano ejemplar. Baja un par de barreras para obstaculizar el inexistente tráfico automotor (nunca se sabe) y luego va hasta las esquinas del puente, acciona unas llaves, quita unos tornillos que guarda en una carterita de cuero - que debe tener años - y valiéndose de una polea manual, levanta el puente.
Las lanchas pasan, saludan, agradecen y el funcionario, vuelve a poner el puente en su santo lugar. Sin malas caras, sin inconvenientes y sin apuros. Como corresponde a la buena vida.
 
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