¡¡Dios del Sinaì!!
¡Pasar uno toda la vida escuchando hablar de un sitio. Conocerlo de memoria, saber de que se trata y llegar allí para verlo con estos ojos que se han de comer la tierra!
¡Que maravilla!
Hace nada que estábamos siendo amenazados por la tormenta y ahora estamos parados frente a la historia de la humanidad. Hemos llegado a La Acrópolis, caminando por las pintorescas callecitas del barrio de Plaka, pasando casitas encaladas, portales curiosos y uno que otro olivar cargado de frutos.
Pagamos los 12 euros exigidos y empezamos a subir la colina. No por el ejercicio, el corazón late de prisa.
¡Pasar uno toda la vida escuchando hablar de un sitio. Conocerlo de memoria, saber de que se trata y llegar allí para verlo con estos ojos que se han de comer la tierra!
¡Que maravilla!
Hace nada que estábamos siendo amenazados por la tormenta y ahora estamos parados frente a la historia de la humanidad. Hemos llegado a La Acrópolis, caminando por las pintorescas callecitas del barrio de Plaka, pasando casitas encaladas, portales curiosos y uno que otro olivar cargado de frutos.
Pagamos los 12 euros exigidos y empezamos a subir la colina. No por el ejercicio, el corazón late de prisa.
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