El resto del día lo paso deambulando, entro a la mezquita, camino por el pueblo, doy vueltas sin destino fijo y voy a una cafetería muy sofisticada donde paso un rato relajadísimo. Al caer la tarde regreso al hotel y me encuentro con mis compañeros de viaje, que han regresado exhaustos de un tour no demasiado interesante por los alrededores.
Después de descansar un rato, salimos a comer para despedirnos del pueblo. Yo tengo desde hace días ganas de comerme el plato más tradicional de aquí: Un guiso que preparan dentro de un ánfora de barro, la cual cierran con pan y la meten a un horno de leña por varias horas. Para comerlo, traen el ánfora a la mesa y el comensal la rompe para comerse el contenido. De modo que vamos a un restaurante muy conocido, donde somos atendidos por el capitán del globo de esta mañana, que me promete curarme de mi miedo a las alturas en mi próximo viaje. Pido el consabido potaje, rompo el ánfora y lo disfruto mucho. No esta nada mal, tiene champiñones y bastante cebolla, pero sigue pareciéndome que la carne con papas de mi casa es más rica.
Damos una última vuelta por el Centrum y nos vamos al hotel. Mañana regresaremos a Istanbul para seguir viaje.
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