Las mujeres comienzan a salir de la tumba de Eyup Ensari y entran a la mezquita, toman sus sitios en los espacios traseros destinados a ellas, separados del resto de la sala por altas celosías de madera. Los hombres entran a la sala principal, se inclinan y besan la tierra tres veces seguidas y pronto un murmullo casi imperceptible nos rodea. La sensación de entrepitud aumenta. Callados, como quien trata de no ser descubierto en falta, salimos de la mezquita para descansar un poco en la plaza. En ese momento me doy cuenta que debemos visitar también el Kulliye de la Sultana. Hacia allá vamos.
domingo, 6 de septiembre de 2009
Una mezquita viva
Las mujeres comienzan a salir de la tumba de Eyup Ensari y entran a la mezquita, toman sus sitios en los espacios traseros destinados a ellas, separados del resto de la sala por altas celosías de madera. Los hombres entran a la sala principal, se inclinan y besan la tierra tres veces seguidas y pronto un murmullo casi imperceptible nos rodea. La sensación de entrepitud aumenta. Callados, como quien trata de no ser descubierto en falta, salimos de la mezquita para descansar un poco en la plaza. En ese momento me doy cuenta que debemos visitar también el Kulliye de la Sultana. Hacia allá vamos.
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