He pasado toda la vida con esa imagen en la mente, deseando contrastarla con la realidad. Hoy, finalmente, podrán mis ojos decir si ese juicio, relativamente lapidario, tiene algún sentido. Estamos a punto de desembarcar en ATENAS, el último puerto de esta travesía que nos ha llevado por cuatro continentes.
Me asomo al balcón del camarote y lo que veo no se parece a Bello Monte, pero tampoco a lo que yo imaginaba era Atenas, una ciudad cuyos tesoros empezaremos a desenterrar en pocos minutos.
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