



Desde la habitación, ventanas de edificios vecinos cuyas luces están apagadas y el leve bullicio de una ciudad que seguramente estará, a esa hora, atestada de visitantes. Hemos entrado a una habitación sencilla y cómoda y acabamos de dar fe del cansancio fenomenal de un día entero de viaje. Pero me asomo por un rato a la ventana para descubrir, sin participar, los primeros secretos. Bares al frente del hotel con terrazas alfombradas, llenas de cojines multicolores en las que turistas de muchas ciudades europeas apuran sus horas de ocio. Un supermercado cerrado, pequeñas tiendas de artesanías locales, el vago olor de una dulcería, algunos caminantes y las primeras mujeres tapadas por pañuelos multicolores. Todo un desfile de emociones pequeñitas debajo de mi ventana que tendrán que esperar hasta mañana; ahora, mejor nos vamos a dormir.
(Fotografias tomadas de TRIP ADVISOR.COM)
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