Comerciantes de los famosos textiles egipcios, hombres de todas las edades sentados en arruinadas cafeterías disfrutando el famoso te de hibiscos propio de la ciudad, mujeres completamente tapadas por el chador caminando en grupo con pesadas bolsas de mercado, niños jugando en las calles, edificios cuyas fachadas lucen algún deterioro pero conservan dignidad y belleza, ropa colgada en los balcones, jóvenes negociando rápidos asuntos de negocios; gente, gente, gente que camina con la prisa de quien hace siglos se acostumbró a vivir entre las mismas ruinas que a nosotros nos tienen deslumbrados.
Creo que no olvidaré mi visita a Alejandría fácilmente. Es una ciudad que se queda para siempre en los ojos de quien la visita, y en el corazón de quien espera descubrir los secretos que se esconden tras las raídas celosías y las paredes escarapeladas que miran al mar.
Go Juan Carlos, go!
ResponderEliminarAquí me ganaste yo no llegué tan lejos, me encantaría ir a Alejandría
Un beso
Maga