miércoles, 21 de septiembre de 2011

Catedral de Jesús Mi Salvador, sobre la sangre derramada

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Si hace falta una excusa más para visitar esta iglesia, su nombre podría sellar el pacto. Curioso, sobre todo porque la sangre de la que habla,  no es la de Jesús, es la del Zar Alejandro II, asesinado por una bomba en un punto de esta cuadra donde luego se construyó la iglesia, según la tradicional costumbre rusa de marcar con un monumento, el sitio donde ocurre una tragedia histórica.
Es una visita imprescindible, y además imposible de pasar por alto, debido a su pintoresca figura en pleno centro de la ciudad, en los alrededores de Nevskiy Prospect.
La Iglesia es una obra de arte por dentro y por fuera. Su aspecto exterior, siguiendo el más puro estilo ortodoxo ruso, a imagen y semejanza de la Catedral de San Basilio de Moscú, destaca por sus cinco grandes cúpulas bulbosas, multicolores o doradas, así como por el minucioso detalle de los adornos que cubren su fachada de ladrillo rojo y marrón, al que hay que dedicarle un buen rato. Pero, es fundamental entrar a verla: es como meterse dentro de un mundo de frescos y mosaicos que cubren sus paredes y techo sin dejar un espacio libre, y para cuyo análisis serían precisos varios días. A pesar del relativamente pequeño tamaño de la nave, no es posible verlo todo en poco tiempo.
Muchos de los detalles del interior de la iglesia merecen atención especial, pero hay que detenerse en el templete de rodonita, jaspe y serpentina que marca el sitio exacto donde cayó muerto Alejandro II. Es extraordinario.
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