jueves, 29 de septiembre de 2011

Hasta luego, RUSIA

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Allá afuera, los palacios y el lujo de la ciudad imperial se duerme en sus gárgolas de bronce, para atrapar un poco más del turismo que no saben manejar. Aquí, la verdadera ciudad apura el paso.
Es la estación Terminal de autobuses que salen a diferentes destinos internacionales. No es nada, en realidad. Una pequeña plaza de mercado, con el sempiterno vendedor de flores, el que intenta rematar sus hortalizas o sus tejidos, o la infinidad de copias de discos y películas a muy buen precio. Y la alegría que me da un grupo de músicos mayores y talentosos, que ejecutan una retreta de música tradicional rusa que, no sólo reconozco, sino que acepto como disculpa en mi hora de salida.
En una esquina las marshrutkas (busetas que funcionan exacto a lo que nosotros conocemos) que cubren rutas interurbanas; al frente la estación de trenes, y a un costado, el espacio desde donde salen las unidades de Eurolines que van a los países bálticos y a Polonia.
En esa pequeña, descuidada, un poco sucia y muy alborotada plaza, los locales reciben y despiden sus visitantes. Nosotros, los turistas, nos despedimos pensando que hay otra ciudad dentro de esta y que debe ser muy difícil encontrarla
До тех пор все, что мы
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