miércoles, 21 de septiembre de 2011

ERMITAGE, por dentro (I)

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Quizás está hecho a propósito; pero si uno no pudiera, por cualquier motivo, avanzar más allá de las primeras grandes escaleras de entrada al interior de Palacio, ya podría conformarse con la belleza de esta primera visión.
Creada por Francesco Rastrelli, fue destruida por el incendio de 1837 y restaurada con exactitud hacia 1839, fecha en la que se colocó en el techo la pintura Olimpo del pintor italiano del siglo XVIII Gasparo Dizziani. Desde las puertas de los rellanos, se accede a dos galerias de salas, una alineada sobre el Neva y otra que conduce directamente a la sala del trono, uno de los salones más lujosos de palacio. Verdaderamente, es una maravilla, sobre todo por el efecto de contraste que forma el tramo interior, al que le falta luz y los tramos superiores, profusamente iluminados por la luz de los ventanales. Eso, sin mencionar, el despliegue de molduras y estucos dorados, más todo tipo de ornamentaciones y obras de arte reunidos en ese pequeño espacio de entrada.
Cuanto lujo, Cuanto maravilloso esplendor. Que hermosura.
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