miércoles, 7 de septiembre de 2011

14 de agosto, otra vez tras un sueño

Como siempre, empiezo mis libretas con orden, pero estoy casi seguro que en algún momento, el viaje me desborde y las prisas por dejar salir la emoción de al traste con el buen propósito.
Maiquetía arde. Es como si de pronto hubiéramos recibido la orden de partir, al unísono y esa orden hubiera disparado el mal humor y la ineficiencia de quienes deben ayudarnos a empezar con felicidad las vacaciones. Me propongo no dejarme afectar y poner buena cara y mejor ánimo, unos minutos después de una máquina lectora de pasaportes que no funciona y algún que otro uniformado de malas pulgas que trata de fastidiar, tengo mi mejor sonrisa de sobreviviente pues estoy a minutos de abordar un avión para, una vez más, “cumplir un sueño”. Sueño que se convertirá en largos kilómetros de travesía hasta llegar a San Petesburgo. Es un sueño que, además, tiene la particularidad de acercarme a mí en varias maneras. Esta vez, viajo sólo y no tengo idea de cómo me va a salir ese invento.
Han llamado para abordar; empiezan a gestarse varias páginas de las libretas que lleno de garabatos para saber que tengo alguien a quien contarle mis kilómetros.

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