Regreso a la estación Victoria, después de un almuerzo tarde en un restaurancito muy normal, donde me harté de “Fish and Chips” (pedazos de pescado fritos y papas fritas) que es una de mis comidas favoritas en el mundo, y que tenía en cuenta desde que llegué. En la estación, uno de los epicentros de la ciudad, me quedo por un rato, (aquí descubrí un sitio de dulcitos tan rico….) me compró el postre, un té caliente y me siento plácidamente a disfrutar del peak hour londinense. Es fascinante. Me entretengo un montón viendo pasar la gente y lo creo suficiente. Gente de verdad, que no tiene la tranquilidad del turista al que, como yo, no esperan en ninguna parte. Gente que puebla una ciudad que hice mía al llegar. No entiendo porque he pasado tan poco tiempo aquí; creo que fue el gran pelón de este viaje, pero no puedo arreglarlo ahora.
Voy un rato al hotel, espero que terminen de caer las últimas gotas, me abrigo y salgo a un pub de las cercanías, donde sentado en la barra me tomo un par de cervezas para brindar, no por esta visita, sino por las muchas que faltan. Debo prepararme para llegar a Estonia, pero creo que me llevo a Londres en lo profundo de mis retinas. Algo me pasó caminando por aquí, pero no sé si lograré darme cuenta.
jueves, 15 de septiembre de 2011
Despedida, en donde todo empezó
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