A medida que cae la tarde, el clima amenaza con echarse a perder. La temperatura ha bajado considerablemente (necesito abrigarme) y hay nubarrones que presagian lluvia y más nada. Entro a un sitio a comerme unos ricos blinis con pollo, e intento hacer un itinerario que me ponga a salvo de la lluvia, cuando descubro, saliendo del metro, un sector de Nevskiy que aun no me he atrevido a explorar. Camino en esa dirección y de pronto, un enorme edificio, flanqueado por dos columnas gigantescas con forma de mujer, sale a mi encuentro. En el medio de las dos mujeres/columnas, un nombre, GALLERIA y debajo un pequeño pasadizo.
Parece que en cualquier parte del mundo, algún centro comercial ha de llamarse GALLERIA. El pequeño pasadizo está haciendo las veces de entrada, mientras reconstruyen algo, o ponen una nueva entrada. Decido en un instante que me dejo llevar por la gente y cuando reparo en ello, estoy dentro de un modernísimo centro comercial de cuatro pisos, tiendas y más tiendas y un gentío caminando de un lado a otro. Me siento en una versión rusa de Starbucks llamada Costa, a disfrutar el hallazgo y simplemente me divierto como enano. Todos los centros comerciales del mundo son la misma cosa; toda la gente, en un centro comercial del mundo, hace lo mismo.
Es tiempo de contemplar la humanidad.
Parece que en cualquier parte del mundo, algún centro comercial ha de llamarse GALLERIA. El pequeño pasadizo está haciendo las veces de entrada, mientras reconstruyen algo, o ponen una nueva entrada. Decido en un instante que me dejo llevar por la gente y cuando reparo en ello, estoy dentro de un modernísimo centro comercial de cuatro pisos, tiendas y más tiendas y un gentío caminando de un lado a otro. Me siento en una versión rusa de Starbucks llamada Costa, a disfrutar el hallazgo y simplemente me divierto como enano. Todos los centros comerciales del mundo son la misma cosa; toda la gente, en un centro comercial del mundo, hace lo mismo.
Es tiempo de contemplar la humanidad.
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