Nevskiy, la avenida por excelencia, puede ser una trampa, grata y divertida, pero trampa al fin. Hay que salir de Nevskiy. Hay que recorrer, aventurarse por otras avenidas, otros rincones y tratar de escapar del turismo. Sólo así se conoce realmente la vida de un pueblo, pues de eso se trata viajar. He escogido al azar un destino, uno que no tenga monumentos ni sitios históricos y termino en Liteynyy Prospect, o mejor dicho en las callecitas cercanas a Liteynyy, pues LIteynyy es una avenida en toda regla. Tanto, que resultó ser la avenida donde se instalan la mayoría de los consulados que tienen sede en San Petersburgo (El de Finlandia, por cierto, es una maravilla de palacete).
Este paseo me sirve para confirmar que lo de ciudad imperial, a San Petersburgo le queda pequeño o demasiado adecuado, como quiera entenderse. Aquí la cosa es ver y ver palacios, o por lo menos palacetes y grandes mansiones, convertidos en viviendas regulares. Al interior de ellos se entra por medio de arcos que dan acceso a garajes o patios centrales, y allá adentro sucede la vida. Liteynyy es otra maravilla más, pero estoy seguro que no es la única. Hurgando en sitios menos escritos en negritas, el asunto imperial se repite por donde pueda uno meter el ojo.
Este paseo me sirve para confirmar que lo de ciudad imperial, a San Petersburgo le queda pequeño o demasiado adecuado, como quiera entenderse. Aquí la cosa es ver y ver palacios, o por lo menos palacetes y grandes mansiones, convertidos en viviendas regulares. Al interior de ellos se entra por medio de arcos que dan acceso a garajes o patios centrales, y allá adentro sucede la vida. Liteynyy es otra maravilla más, pero estoy seguro que no es la única. Hurgando en sitios menos escritos en negritas, el asunto imperial se repite por donde pueda uno meter el ojo.
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