Bien sea por razones místicas, espirituales, o por simple curiosidad estética, uno de los grandes placeres que se tiene al recorrer San Petersburgo es visitar algunas de las iglesias que hay diseminadas por toda la ciudad. Son muchísimas, algunas más famosas que otras y en su mayoría, lugares consagrados al culto de la religión. Son muy contadas las que han quedado sólo para museos y en su interior, una miríada de turistas escudriña sus tesoros. Las mejores, las más íntimas y muchas veces, hermosas, son las pequeñas iglesias “de pueblo” que, fuera del circuito turístico, reciben las ofrendas de fe de los fieles. Algunas son realmente bellas aunque no aparecen en guías y son medio difíciles de encontrar si no se anda en eso.
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