Tengo la impresión que este parque estupendo en el centro de Londres, se conecta con dos igualmente encantadores y deben formar lo que un comentarista de medio pelo, llamaría “el pulmón de la ciudad”. Pues si de eso se trata, Londres puede tener la certeza de que nunca sufrirá un enfisema. Vaya pulmones se gasta.
No he caminado ni una cuadra del parque, cuando descubro una sombra bien sabrosa y me echo en la grama a descansar de la caminata, sin más pensamiento que la certeza de estar en un lugar realmente grato. Un rato después me acerco hasta Serpentine Lake, un inmenso lago en el que mucha gente pasea en canoa o juega con bicicletas acuáticas.
En la caminata, me tropiezo con el monumento a Peter Pan, cuya ubicación y detalles no pueden revelarse, pues es tradición y superstición que el visitante lo descubra siguiendo las pocas señales del parque, si lo descubren, tendrán buena suerte). Un poco más allá, en la vía a Kensington Palace, el monumento en Memoria a Diana, Princesa de Gales, un riachuelo circular construido, según puedo leer en un aviso cercano, gracias a modernas tecnologías y que representa los altos y bajos de la vida de Diana. Es un lugar muy bonito, es verdad, una especie de sitio para la reflexión o la meditación que, por cierto, estaba lleno de niñitos jugando. Muy apropiado.
De pronto me doy cuenta que empieza a atardecer y que el sol está ocultándose: llevo más de 12 horas caminando por Londres, mis pies acusan el exceso. Es hora de regresar al hotel.
Memorial de Diana, Princesa de Gales
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