Las mejores cosas que tiene viajar sin mayores expectativas, son precisamente las que suceden de sorpresa y alivian el espíritu. Caminando por una de las calles del centro, me encontré con la sede del Teatro Municipal de Tallin, una sencilla casa cuya única identificación son dos banderas que anuncian el nombre.
Entré discretamente, pues en los bajos funciona un bar. Como pude, empecé a investigar el edificio (muy amplio y cómodo por dentro) Pues bien, en el segundo piso, la compañía ensayaba con toda seriedad (y creo que con gran talento) una obra que no llegué a reconocer. Pude quedarme viendo el ensayo como por 20 minutos y no me atreví a hacer fotografías, pero lo disfruté enormemente. En algún momento notaron que mi presencia perturbaba el ensayo y me pidieron, con toda amabilidad, retirarme. Lo hice de inmediato, pero me traje el recuerdo de un grupo de actores entregados al trabajo y eso siempre me parece de buen augurio.
viernes, 16 de septiembre de 2011
Sorpresa en el teatro
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