Entrar al edificio donde está mi posada (no puede llamarse hotel) requiere de todo un esfuerzo de humildad. Dios, esta cosa se ve horrible.
Pero es. Ni modo. Tengo que atravesar un garaje que parece venirse abajo y luego una puerta de hierro tan antigua como la ciudad que da acceso a un par de pisos de piedra, desvencijados, sucios y mal olientes. Si de primera impresión se trata, esta es muy mala. En lo alto del segundo piso, una puertica pone Missis Hudson. Toco el timbre y un muy amplio y cómodo apartamento me recibe. Todo impecable, ordenado y a punto. En la recepción una jovencita muy simpática que por lo menos habla un inglés bastante decente me recibe, me enseña mi habitación (que tiene cuatro literas dobles aunque dormiré sólo) y todo lo que necesito saber.
Todo luce muy bien. Me gusta.
Pero es. Ni modo. Tengo que atravesar un garaje que parece venirse abajo y luego una puerta de hierro tan antigua como la ciudad que da acceso a un par de pisos de piedra, desvencijados, sucios y mal olientes. Si de primera impresión se trata, esta es muy mala. En lo alto del segundo piso, una puertica pone Missis Hudson. Toco el timbre y un muy amplio y cómodo apartamento me recibe. Todo impecable, ordenado y a punto. En la recepción una jovencita muy simpática que por lo menos habla un inglés bastante decente me recibe, me enseña mi habitación (que tiene cuatro literas dobles aunque dormiré sólo) y todo lo que necesito saber.
Todo luce muy bien. Me gusta.
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