El día, último de mis días en Tallin, está llegando a su final. Son casi las 6 y 30 de la tarde cuando llego al moderno edificio sede de KUMU (Kunstimuuseum) o Museo de Arte de Estonia. Un edifico que realmente “quita el hipo” y que alberga una colección bastante irregular de arte estonio y una, muy buena, de arte moderno e instalaciones temporales.
Que las colecciones no sean la maravilla y que el museo funcione o no, como debe, me deja sin cuidado. Sólo con la oportunidad de revisar esta joya arquitectónica me doy por bien pagado. Es una suerte que los horarios de verano sean tan elásticos y el museo, hoy, permanezca abierto hasta las 9 de la noche. Sobre todo porque al querer entrar, me encuentro con que las taquillas están cerradas, el museo está abierto y podré recorrerlo sin pagar.
Son siete pisos, cada uno con un tema, dentro de una estructura en forma de medio circulo hecho en vidrio, acero y cemento, dentro del verde intenso del parque de Kadriorg. Los pisos se conectan entre sí por largos pasillos circulares y adentro la austeridad de las formas es lo que parece imperar. El edificio está de tal modo integrado al terreno, que este domina por completo la estructura y la revela, cual si se tratara de cosas que han ido creciendo en el parque por puro azar. Realmente, esta es una de las cosas más hermosas de Tallin, una ciudad que ofrece mucho que ver, mucho que hacer y mucho que vivir.
Casi a las 9 de la noche, estoy de regreso a Vanalinn, para tomar un trago con los nuevos amigos que he hecho en la posada y despedirme. Mañana, muy temprano salgo para San Petersburgo, el destino inicial de este viaje.
sábado, 17 de septiembre de 2011
KUMU
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