Si uno se descuida, no la ve. A pesar de ser una de las fachadas más llamativas del centro, La Basílica de la Santa Sangre está ubicada en una esquina lateral trasera de la Plaza Burg y allí, realmente, hay muchas cosas para donde voltear los ojos.
Sería lamentable perderla pues es una maravilla: Dos capillas superpuestas, Una inferior de estilo románico y otra superior de estilo gótico, unidas entre sí por una escalera monumental de ladrillo que va detrás de la fachada que da a la Plaza.
Aunque en las escrituras nadie ha afirmado que la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo se guardara y se mantuviera como reliquia, hay algunos evangelios apócrifos que sostienen que José de Arimatea guardó sangre cuando lavó y preparó el cadáver para su sepultura. Ninguna de las dos versiones se puede comprobar o desmentir, básicamente porque no hay quien lo haga; de modo que la reliquia, que dice contener la sangre de Jesús, se encuentra en una botella (más bien un recipiente) de cristal de roca cerrada por dos anillos de oro, data del siglo XIII y jamás ha sido abierta. Se dice que vino de Constantinopla y mantenerla, como la mayoría de las cosas ligadas a la fe, es un acto de veneración católica que año tras año da a los fieles un motivo para regocijar su espíritu.
No es posible ver la reliquia sino en el mes de Mayo y no se puede visitar la iglesia todos los días, aunque en verano está abierta casi a diario. Nosotros decidimos no entrar para ahorrarnos algo de tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario