Poco a poco empieza a oscurecer; divertidos y livianos, después del simpático encuentro con Il Bravo Ragazzo, comenzamos a caminar hacia el centro (en Brujas como en ningún otro sitio, todos los caminos conducen al centro de la Grand Place) El frio, que amenaza desde hace rato ya no puede seguirse evitando y no hay remedio: Yo he dejado el sweater en el hotel. No hay posibilidad de ir a buscarlo y tendré que soportar la brisa helada con estoicismo de despistado.
Chocolates, dulcitos, chucherías, algunas cuadras después y todo el tiempo de este mundo, nos sorprende con las luces de la noche, perfectamente diseñadas para eso y un paseo adicional que no hemos hecho, el del coche de caballos. Lo hacemos y menos mal. Es el último coche en salir de la plaza y es un paseo de lo más entretenido que nos lleva hasta una esquina llena de magia.
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