Hace algunos años, uno de mis amigos más queridos, me trajo de Bruselas una camiseta (que aun conservo) con un dibujo que representaba al Manneken Pis. Yo jamás había escuchado hablar de ese personaje y lo avasallé a preguntas. Mi amigo, que conoce mi afición por las leyendas populares y los mitos, se dedicó en paciente conversa a contarme las historias que él había descubierto del famoso muñequito. Desde entonces, Manneken Pis formó parte del repertorio de cosas que uno ansía ver en la vida. Sobre todo porque está asociado a las historias aprendidas como enseñanza de una vida compartida con alguien a quien quiero entrañablemente.
Por eso me ha causado tanta alegría conseguirlo en su esquinita, orinando sin parar, sobre una fuente ornamentada y siendo objeto de admiración por un grupo importante de viajeros. Es el símbolo de la ciudad, la más pequeña e historiada estatua de esa parte del mundo y la más llena de mitos y leyendas; es el Manneken Pis (que traducido quiere decir algo así como el “Muñeco que Orina”) y está en su sitio desde hace mas de 4 siglos: en 1619 se hizo una copia del original, robada varias veces por diversos ejércitos hasta que un ex convicto consiguió desaparecerla, y se colocó en el mismo lugar, donde se ha mantenido hasta nuestros días.
Por cierto: dejo aquí tres de las más conocidas leyendas que rodean la existencia del Manneken Pis. Ir a Bruselas sin ir a rendirle honores, es algo que no se hace.
- El niño de la estatuilla apagó de esa forma tan original una mecha encendida, salvando así a la ciudad de un incendio.
- Durante la batalla de Ransbeke, se colgó de las ramas de un roble la cuna donde estaba el hijo de Godofredo de Lorena. Durante la batalla, el niño salió de la cuna y le encontraron orinando en un árbol.
- El hijo de un noble de Bruselas abandonó una procesión para orinar en la pared de la casa de una bruja que le lanzó un maleficio convirtiéndolo en estatua.
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