Creo que tengo rato diciéndolo, y aunque suene fastidioso, podría pasar otro buen rato en lo mismo. Trato de conseguir un adjetivo que me calce a la perfección con esta ciudad medieval que pone puntos de belleza en todo lo que uno voltea a mirar y se me hace difícil la palabra. La oscuridad de la noche, además, no hace sino aumentar ese encanto fascinador que hemos estado caminando por horas y el simple oficio de turista empieza a llenar mi corazón de penas. También la ciudad empieza a recoger sus bártulos y es hora de empezar a buscar el hotel y descansar un poco.
BRUJAS, la ciudad cuya existencia se demoró años en revelarse, está en toda su hermosura delante de mí y se queda guardada en una foto que logro hacer después de mucho esfuerzo. Es Brujas de noche y es la mejor visión que he conseguido guardar.
La de una ciudad hermosa con avaricia.
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