La primera vez que escuché hablar de esta ciudad, tenía como 14 años y estaba empezando a comprender el mundo que quedaba más allá de mi Sierra Nevada y mi calle 19. Puedo recordarlo, porque quien me hablaba de Brujas, era alguien cuyas maneras me tenían trastornado (creo que ese fue uno de mis primeros amores platónicos) y porque sus conversaciones sobre este pueblo, eran lo más hermoso que me podía pasar en un día cualquiera.
Siempre quise ir, y siempre, por una razón u otra, fue un destino postergado. Llegué a creer que me iba a quedar sin verla y me horrorizaba pensarlo: A lo largo de mi vida, nadie nunca jamás se ha atrevido a decir que Brujas no es la ciudad más bella del mundo. Pues bien, hizo falta esperar todo este montón de años para llegar a los canales de irrepetible belleza de la Venecia del Norte en un soleado y fresco día de Agosto, bajar del tren y caminar hasta el Grote Markt, para comprenderlo: Estaba, en efecto, en la ciudad preciosa que uno de mis primeros amores me había contado sin mezquindades y estaba dándole la razón a cada lejana conversación en que descubría poco a poco la belleza.
El Grote Markt o Grand Place, un espacio sin el que ninguna ciudad flamenca estaría completa, es el sitio por el que se empieza a descubrir discretamente todo lo bello que la ciudad tiene para sorprenderlo a uno y hacerse verdad después de tanta foto, es también el sitio donde la realidad abre el disfrute de lo que viene después de ella. Por eso hay que contarla:
Sigue los estándares de cualquier Plaza de Mercado Flamenca: Un campanario (Belfort) que lo domina todo, algunos edificios medievales que fueron en su época los sitios del poder y una incesante actividad. Cosa que por cierto, no ha cambiado. Aquí están los carruajes, los guías improvisados o no, las ventas callejeras, los mejores o más vistosos sitios para comer y los turistas (Asiáticos en mayoría, por cierto). Es el punto de partida inevitable, es el inicio de todos los inicios para saber porque, algunos lugares parecen hechos por Dios a imagen y semejanza del Paraíso.
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