Es un edificio que cuesta trabajo asimilar si no se sabe de que se trata. Está en una de las esquinas más notorias del centro histórico y ofrece, entre otras cosas, dos fachadas completamente distintas que conviven a la perfección: la elaboradísima fachada que da a la Calle Hoogpoort es de estilo gótico flamígero, mientras que la otra fachada, que da al Botermarkt es de sobrio estilo renacentista.
Esto quizás sea lo que despierta mayor admiración; en si mismos, los exteriores del Ayuntamiento forman un catálogo de estilos arquitectónicos que imperaban en las construcciones del siglo XV al XVIII (fechas de su máximo esplendor)
Al parecer el interior es tan extraordinario como sus fachadas recién descritas, pero no puede recorrerse sino a horas muy precisas y en compañía de guías municipales que no siempre están dispuestos. Así que, por esta vez, me quedé con las ganas.
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