Esa palabra casi impronunciable es el nombre, en Flamenco, de la Catedral de Gante, o Catedral de San Bavón, un santo estrechamente ligado a la historia de las múltiples defensas que Gante hubo de hacer para salvarse.
Data con anterioridad al año 1500, cuando era un templo de estilo románico (del que ya sólo quedan vestigios en la cripta) que fue transformándose lentamente al gótico que prevalecía en la época, y que se conserva hasta hoy, gracias al financiamiento de Carlos V, cuyo bautizo se realizo allí y lo comprometió de por vida. 58 años más tarde, cuando murió el monarca, los trabajos de remodelación no se habían terminado, por lo que sus funerales no pudieron realizarse en la Catedral.
La iglesia cuenta con un altar mayor barroco realizado en mármol, un púlpito de roble y mármol de estilo rococó y obras maestras como “La Entrada en el Monasterio de San Bavón” de Rubens, el tríptico de “El Calvario”, de Justus Van Gent, o el políptico de “La Adoración del Cordero Místico” de los hermanos Van Eyck; el que por cierto, es con gran diferencia, la obra de arte más valiosa que está entre sus paredes: firmada por los hermanos Van Eyck en 1432, máximo exponente del arte flamenco primitivo, sobrevivió a las guerras de religión, cayó en manos de Napoleón y fue reclamado por los Nazis en la Segunda Guerra Mundial, hasta que, rescatado y restaurado, descansa en su lugar de origen con una pieza menos: La tabla de “Los Jueces Íntegros” es una reproducción ya que la original fue robada en 1934 y jamás ha podido darse con su paradero.
Es una iglesia realmente encantadora, mucho menos ostentosa que las grandes catedrales que se ven en cualquier ciudad europea pero igualmente rica e interesante. Lo único que no logró todavía es descubrir la historia de San Bavon. Creo que es una materia pendiente.
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