Es la oferta gastronómica por excelencia. Al parecer, no hay forma de salir de Bruselas sin haber probado algunas de las presentaciones de Mejillones fritos con papas fritas, que están presentes en la mayoría de los restaurantes cercanos al centro y en toda la ciudad.
En un costado de la Grand Place, en dirección opuesta al Ayuntamiento y después de todas las fotografías y el encanto del sitio, se abre una de las calles más famosas para el turismo Belga: la que alberga una veintena de sitios para comer, todos con mesas en la calle y con precios que van desde 9 euros hasta más de 20, en los que la única o más famosa oferta es Mejillones en alguna forma. Los más cásicos son los mejillones fritos, que los sirven en una olla de aluminio o peltre cocinados en vino blanco, pero se pueden pedir a la marinera, en salsa de Mostaza, hervidos en su jugo y según una moda actual de furor, en salsa de curry. Todo el tiempo acompañados de papas fritas; que por cierto, son la “bala fría” de los belgas y las sirven con un inmenso mezclote de mayonesa. Un poco raro, para mi gusto. Para completar el menú, cerveza belga. Una bebida indispensable en esta ciudad.
Buen provecho.
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