viernes, 9 de septiembre de 2011

La Sala de Los Corotos


Dicen que Antonio Guzman Blanco, “El Americano Ilustrado” en tiempos de su presidencia, fiel a su apasionado afrancesamiento, compró algunos lienzos de un pintor francés llamado Jean - Baptiste Camille Corot. Guzmán amaba sus cuadros y los cuidaba con mucho celo, insistiendo en pedirle a su servidumbre que tuviera “mucho cuidado con sus Corots”, expuestos al ojo público en los salones de la residencia presidencial.
Los sirvientes, que como buenos venezolanos eran capaces de burlarse hasta del genio de Corot, empezaron a referirse a los cuadros como “los corotos del presidente” y pronto, la palabra coroto pasó a servir para nombrar cualquier cosa cuya utilidad o servicio no estuviera del todo claro. Nacía así, gracias al imponderable buen humor del venezolano, una de las palabras más útiles y socorridas de nuestra jerga coloquial y una más de las anécdotas que construyen el mito de este particular mandatario nuestro, se colaba en los cuentos de la historia.
Nadie conoce con certeza la autenticidad de esta historia; tampoco nadie sabe dónde fueron a parar los corotos de Guzmán Blanco, lo que no deja de ser una lástima,; podrían por ejemplo, haber llegado al Museo de Bellas Artes de Caracas y ser las joyas de varias coronas, para no sentirnos tan en desventaja cuando llegamos a esta sala del Louvre dedicada al trabajo de uno de los grandes paisajistas franceses del siglo XIX , sala que propongo rebautizar desde hoy como “La Sala de los Corotos”.

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