Dejamos atrás St Germain de Pres, para internarnos en las callecitas llenas de resturancitos y tiendas que forman el súper famoso Quartier Latin (Barrio Latino) que, de paso, como siempre lo digo, no tiene nada de latino. Allí recalamos para buscar un sitio donde almorzar y entre todas las opciones (son muchas y muy variadas) escogemos un sitio que nos parece apropiado por la oferta gastronómica, por el precio y por la pinta y también porque estoy teniendo un ataque de hambre y eso me nubla el entendimiento. Lo que quiero es sentarme en una mesa a comerme algo, casi diría que “lo que sea”.
Pues bien, se ha cumplido. Hemos comido “lo que sea” en una mesa agradable, mal servida y sin ningún éxito. Una de las peores comidas que recuerdo, sin chiste, sin gracia y sin cuidados. Verdaderamente, un fracaso de almuerzo en una tarde que empieza a ponerse perezosa.
Al menos, un poco más a la esquina, una dulcería nos regala el placer de la revancha. Los postres han sido riquísimos. Una por una.
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