Según como se mire, es un sitio indispensable de la ciudad o un simple recorrido de minutos por la ruta del pecado. Es Pigalle, el barrio donde se agrupan, en perfecta convivencia, centros de show erótico en vivo, tiendas de “jugueticos”, cabinas de video XXX, homoerotismo y algunas otras cositas, destinadas a satisfacer fantasías de turistas y locales por igual. Llama la atención que en las calles aledañas hay muy poca o ninguna oferta de prostitución, aunque sí de drogas: recatados y discretos, los jibaros intentan ofrecer alguna cosa que uno nunca llega a ver, por puro desinterés.
El largo boulevard se recorre divertido. Es inevitable que hagamos chistes tontos sobre el desarrollo de la industria de la autosatisfacción (juguetes hay todos los que alguien se imagine) y que nos sorprendamos con los avances de la ciencia, en lo que respecta a “ayudas para parejas”. Pero, no hay que dejarse engañar, más allá de lo chistoso, de lo excitante, de lo curioso, se encuentra un negocio que puede resultar tanto peligroso como muy lucrativo; por eso lo protegen: esos hombres mal encarados que cigarrillo en mano, intentan un contacto con el que se aventura por sus calles, están ahí para hacer negocio o de drogas o de sexo. Es el modo universal de ligar una cosa con otra y que tiene una variante más o menos ordenada en este barrio de Paris; oculto tras las luces, las vidrieras bien montadas y las ofertas turísticas. Eso sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario