lunes, 7 de septiembre de 2009

El Bazar de los bazares





Para el mundo occidental, Turquía y su gente están íntimamente asociadas al arte de vender y comprar. Ellos venden, nosotros peleamos el precio y compramos. Cualquier turco, en cualquier parte del mundo sobrevive gracias al talento de vendedor que lleva en sus genes y muchas inmensas fortunas de origen turco se han levantado al amparo del mismo talento. En Istambul el arte de vender y regatear alcanza niveles de excelencia en EL GRAND BAZAR, un laberinto de calles cubiertas por bóvedas decoradas con dibujos de gran colorido y flanqueados por cientos de puestos llenos de mercancía. Aquí se puede obtener de todo lo que el dinero puede comprar y algo más, una mirada cercana al intrincado mundo de tenderos, dispuestos casi siempre a negociar de manera casi ritual el precio de un objeto.
Casi ritual y llena de picardía, habría que decir. En la mayoría de los casos estos avezados comerciantes se convierten, ora en damisela encantadora que seduce con sonrisas, ora en conquistador irresistible ante cuyos pies caerá el encanto de tu dinero.
Ningún producto tiene un precio marcado. Ningún producto, en verdad, tiene un precio fijo. El vendedor te dirá lo que él espera obtener en dos monedas: Euros y Liras turcas. De ahí en adelante, es asunto tuyo el precio que pagues. Pero, eso si, hay que regatear con elegancia, hay que conversar y argumentar el vaivén del precio, mirando a los ojos, palmeando los hombros, hablando con simpatía. De otro modo, el turco y el objeto de tus sueños se esfumarán ante tu mirada incrédula. Cuando salgas del Bazar seguramente tendrás la satisfacción de haber logrado algún buen negocio (yo conseguí una excelente imitación de un reloj Armani por 30 liras, cuando me pedían inicialmente 150) Pero mejor no estar muy seguro. No siempre los precios del gran bazar son los mejores, además, en algún momento de la negociación el vendedor detendrá la oferta; es la señal inequívoca de que ha finalizado el regateo y debes comprar o retirarte dignamente. Nunca dejes a un vendedor turco con la palabra en la boca, es suficiente ofensa como para no hablarte nunca mas y probablemente seas tú, el que pierdas.

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