martes, 15 de septiembre de 2009

Madrugonazo

Levantarse a las 3 de la madrugada para tomar un avión es una de las cosas imposibles que uno hace cuando está viajando. Compramos este boleto hace un par de meses, pero fue esta noche que nos dimos cuenta, realmente, de la hora de salida del vuelo: 5 y media de la mañana, con destino a Kosani, una ciudad cercana al pueblo de Velvedos, donde acudiremos a la boda de Alejandro Padrón, hijo.
Aún estoy dormido cuando llegamos al aeropuerto, chequeamos nuestros boletos y nos refugiamos un rato en la sala de espera para esperar la salida del vuelo. Finalmente llaman y embarcamos en este vuelo de casi una hora de duración, en el que no podremos reponer fuerzas.
A las 6 y media de la mañana aterrizamos en Kosani; es decir, en el medio mismo de la nada. Un aeropuerto más pequeño que el antiguo aeropuerto de Mérida nos da una inusual bienvenida: no nos permiten alejarnos del avión hasta que el grupo de pasajeros que se baja aquí esté completo, seis personas. Finalmente caminamos hasta el interior del aeropuerto, pero nos detienen en el camino para entregarnos nuestro equipaje, que por suerte es bastante escaso.
Salimos, encontramos un único taxi que nos lleva a Velvedos por una carretera impregnada de olor a melocotones, que crecen por todos los rincones imaginables. Es demasiado temprano cuando llegamos a la posada que los Padrón han reservado para nosotros, nadie está despierto. Justo cuando nos resignamos a esperar el día tumbados en el porche de la casa, Martha, hermana de Marines Padrón sale a recibirnos y al menos puede ofrecernos un sofá para descansar un rato, mientras llega el desayuno.
La última escala del viaje está servida.

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