sábado, 5 de septiembre de 2009

Un hogar para Atarturk










Kemal Atartuk regresó a Istanbul poco antes de morir y escogió esta casa maravillosa para fijar residencia. Yo también lo hubiera hecho. Dolmabahce es lujo increíble a prueba de exigentes. No sólo los jardines al lado del Bósforo; la inmensidad de sus espacios internos es una cosa que cuesta trabajo asimilar. A la entrada, las habitaciones para recibir a los embajadores, decoradas en azules y dorados, conducen a una escalera cuyos pasamanos son de CRISTAL DE BACCARAT, y van a salones ceremoniales e intricados pasillos con pisos de maderas nobles y alfombras artesanales. Uno de estos pasillos lleva a lo que es el sitio más reverenciado de la cultura turca del siglo XX: La habitación donde murió Atartuk, cuya cama pequeñita y austeridad, asombran. De allí pasamos a pasillos más privados: Las estancias de las concubinas, un harem más.
El recorrido finaliza en lo que quizás sea el salón más opulento del mundo: La Gran Sala Ceremonial, una enorme habitación de 2000 mts2, con paredes decoradas en filigrana de oro y cubierto por una alfombra hecha a mano por 124 artesanos. En el techo, lo que se cree es la lámpara más pesada del mundo: Una araña impresionante de 4 toneladas y media de peso. Alrededor, tres balcones: Uno para los embajadores y sus familias, uno para la orquesta y otro para las mujeres que asistían a los actos ceremoniales. No hay cuarto balcón porque su lugar está ocupado por discretas celosías: el escondite desde el cual, las concubinas podían participar de los actos y fiestas que ofrecía el Sultán.
Al fondo, un pendón con el texto integro del primer discurso de Atartuk en Istanbul despide una visita a la majestuosidad de tiempos que nunca volverán. Tenemos los ojos encandilados y el alma rebosante de placer.

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